Aunque las expresiones faciales no siempre tienen un origen emocional, logran transmitir el mensaje social |
Fehr y
Russell.
Las emociones nos
acompañan en cada momento y situación de nuestra vida. Y al mismo
tiempo que ellas moldean nuestra forma de ser, nosotros las moldeamos
a su vez, cambiando nuestro comportamiento y forma de pensar. Resulta
pues un sistema interactivo en el cual intervienen emociones,
pensamientos y nuestra propia conducta.
Este artículo
intenta explicar, de manera simple y directa, lo que se entiende por
emoción y cuáles son los elementos que la componen y le dan vida.
Las dificultades que muchas personas presentan en el manejo de sus
emociones son causa principal de los trastornos psicológicos, y por
tanto, punto de partida para los tratamientos. Por eso resulta
trascendente comprender de qué trata este increíble y fascinante
fenómeno natural llamado emoción.
Una emoción puede
hacernos sentir dichosos, pero también infelices, y puede incluso
llevarnos al suicidio. Las emociones son pues herramientas poderosas
que bien empleadas pueden enriquecer nuestra vida, o convertirla en
un infierno. El primer paso para convertir nuestros estados
emocionales en una ventaja es comprender de qué tratan y cómo
funcionan dentro del contexto social y cultural en el que vivimos.
La naturaleza de
una emoción es influenciar nuestro comportamiento. De manera que si
nos sentimos aterrados, tristes o enojados, nuestra conducta se
expresará en función a estos sentimientos. Esto obedece, por
supuesto, a la necesidad de adaptación social.
Los
condicionantes de una emoción
En general, existen
dos variables que activan o modifican una emoción: las externas
y las internas.
Las variables
externas pueden ir desde el clima hasta un comentario de alguien
en particular. Ver una película, recibir una caricia, hacer una
compra, ganar una apuesta... se cuentan por miles las variables
ambientales o externas que pueden cambiar nuestras emociones.
Las variables
internas, son mucho menos
evidentes, pero no por ello menos influyentes. Un simple recuerdo,
por ejemplo, tiene el poder de cambiar y trastornar emocionalmente el
resto de nuestro día. Un malestar estomacal, un dolor de cabeza...
la forma en que percibimos una situación cambia si cambia nuestra
forma de sentir las emociones, etc.
Las emociones no sólo son el resultado de numerosas variables
internas y externas, también pueden ser la causa de muchos
comportamientos inapropiados, y por tanto, generadores de conflictos.
De ahí la importancia de comprender qué es una emoción y cómo
controlarla.
¿Qué
función cumple una emoción?
Muchas personas estarían de acuerdo si se les diera la oportunidad
de abolir por completo sus emociones. Sin embargo, las emociones
tienen un papel preponderante en la adaptación de la persona. Sin
ellas, por ejemplo, sería imposible intuir un buen negocio, amar a
alguien o gozar de una reunión con los amigos o familiares. El
sentirse satisfecho es parte de una emoción, así mismo el sentirse
inspirado o con deseos de lograr una meta. Sin las emociones, la vida
humana, tal como la conocemos, simplemente no sería posible.
Los
ladrillos de la emoción
Podemos
decir, de manera metafórica, que los estados afectivos tienen muchas
formas, tamaños y colores. En realidad son estados
pasajeros únicos. Más
allá de una subjetividad evidente (no hay dos personas que sientan
exactamente igual), existe una vivencia única del estado emocional,
es decir, no hay dos
momentos en que nos
hayamos sentido exactamente igual. De manera que si “añoramos”
de pronto una emoción por habernos “elevado” tanto, estamos en
un problema, lo más probable es que nunca, por el resto de nuestra
vida, lleguemos a sentirnos exactamente de la misma manera, lo cual
no quiere decir que lo demás (o lo por venir) sea menos intenso.
Esta comprensión nos da una idea de qué es lo que somos como
personas o entes emocionales. Hasta dónde llega nuestro potencial va
a depender de hasta dónde llega nuestra comprensión de lo que
significa ser humano.
En
términos generales, una emoción se compone de cuatro elementos: a)
lo cognitivo,
b) lo fisiológico,
c) lo funcional
y d) lo expresivo.
El
componente cognitivo o subjetivo
consiste en el valor que le damos a un estado emocional determinado.
Un mismo acontecimiento o situación puede desencadenar reacciones
interpretativas por completo distintas entre dos personas. Esta
valoración subjetiva tiene que ver con otras muchas variables como
la experiencia pasada, el temperamento actual, etc. Este componente
cognitivo tiene que ver también con la capacidad
de identificar el estado
emocional actual. Así, por ejemplo, algunas personas son “ciegas”
emocionalmente hablando (alexitimia), mientras otras son
extremadamente sensibles o lábiles. A este respecto existe
actualmente la escuela de Inteligencia Emocional, que hace alusión
al hecho de que las personas pueden aprender
a identificar y ser consecuentes en respuesta a sus emociones.
El
componente fisiológico
se refiere a las reacciones biológicas que ocurren en el organismo.
Estas reacciones preparan al individuo en una acción adaptativa
primitiva, es decir, una respuesta muy antigua en la evolución
humana que ha servido para actuar ya en defensa propia, ya en la caza
y búsqueda de alimento. Son reacciones como aceleración
del ritmo cardíaco, de
la respiración,
sudoración,
tensión muscular,
etc. Todas estas son funciones propias del Sistema
Nervioso Autónomo y del
Sistema Endocrino.
La
lucha en defensa propia, huir del peligro, o el esfuerzo en la
consecución de alimento son ejemplos del componente
funcional de las emociones.
Actualmente ya no necesitamos luchar contra el enemigo y cazar para
conseguir nuestro alimento. Estas actividades se han transformado a
lo largo de la historia de la civilización. Hoy, en cambio, hablamos
de la emoción como una herramienta en el éxito social o
empresarial. En este sentido, las emociones pueden ser indicadores
importantes en la toma de decisiones a todo nivel.
El
componente social o
expresivo hace
referencia a las expresiones faciales y corporales por medio de las
cuales damos a conocer nuestras emociones a los demás. La
comunicación facial-corporal es, por lo general, inconsciente y, en
muchas ocasiones, lectura fácil para otros respecto a lo que
sentimos. Muchos problemas relacionados con ansiedad
social se desarrollan a
partir de un temor a ser interpretado o “descubierto” en cuanto
al sentir supuestamente privado de cada quien.
Conclusión
Definir
en palabras lo que significa una emoción resulta una tarea bastante
difícil. Es curioso, porque todos, de una u otra forma, sabemos qué
es una emoción por experiencia propia. Todos nos hemos sentido en
algún momento tristes, enojados o felices, pero si nos preguntaran
que definamos cada una de estas experiencias casi forzosamente nos
quedaríamos cortos de palabras. Así se verifica la frase de Fehr y
Russell: “Todo el mundo
sabe que es una emoción hasta que se le pide que la defina.”
Una
emoción, entonces, no es
un corazón acelerado, porque también puede ser causa del ejercicio
en ausencia de la emoción. Tampoco es una expresión
facial-corporal, ya que podemos tomar posturas sociales
“diplomáticas” conscientes sin necesidad de experimentar una
emoción propiamente dicha, etc.
Todos estos componentes no pueden, por separado, definir una emoción
en sí misma, pues son sólo una parte del todo. Por tanto,
entendemos la necesidad de un conjunto interactivo de los eventos
cognitivos, fisiológicos, funcionales y expresivos para hacer
posible una emoción única en el tiempo.
Referencias:
Fehr,
B. y Russell, J.A. (1984) Concept of emotion viewed from a prototype
perspective. Journal of
Experimental Psychology: General, 113,
464-486.
McNaughton, N. (1989). Biology and emotion. Cambridge: Cambridge University Press.
McNaughton, N. (1989). Biology and emotion. Cambridge: Cambridge University Press.