Intimidación escolar por ser distinto


Según un estudio realizado por la Universidad Pedagógica Nacional, seis de cada diez estudiantes (entre 11 y 19 años) se burlan de sus compañeros con tendencias homosexuales y tres de cada diez los insultan.

Los niños o adolescentes que son rechazados en la escuela pueden ser objeto de intimidación escolar o "bullying" (como algunos acostumbran decir), del vocablo inglés que significa "toreando" o "toreado".

El rechazo que sufre un niño o adolescente por parte de otros nace debido a un prejuicio social, a una actitud imitativa o al simple deseo de controlar a los demás. En este sentido, los programas educativos no han tenido mucha utilidad en el control de prejuicios y actitudes no deseadas, y esto es debido a que los valores más fuertes y arraigados que posee un individuo no nacen de la escuela, sino del hogar de donde proviene, y
muy probablemente de la programación televisiva que acostumbra ver. Y sólo hace falta una persona para desencadenar el acoso y la intimidación en grupo. De tal forma que surge una víctima, necesariamente, el payaso, el amanerado, el genio, el tonto, el apestoso, el feo, el guapo; no importa cuál sea la etiqueta impuesta, es necesario sacrificar a alguien dentro del grupo. Ha sido así desde mucho antes que el hombre creara la ley de igualdad y derechos humanos, y seguirá siendo así principalmente dentro de las poblaciones de infantes y adolescentes que están en un proceso de maduración psicosocial.

El que a un niño no le agrade jugar al fútbol, sea descubierto con ademanes amanerados, o posea padres gay, entre otras cosas, es motivo suficiente para tacharlo de homosexual, marica, loca, hueco, misógino, y todas las etiquetas que puedan designar la conducta en cuestión. No hacen falta evidencias tangibles para crearse una "mala reputación" dentro de la institución o grupo de clase. El sólo hecho de tener un enemigo envidioso dentro del grupo es más que suficiente. Éste se encargará de hacerle la vida imposible a cualquiera que no le agrade o con quien se vea proyectado inconscientemente.

No es de extrañar que en algún momento dado, un(a) adolescente o niñ@ tenga miedo de ir a la escuela; un miedo que muchas veces surge en comentarios como: "no tengo ganas", "me siento mal hoy", "alaaa, sólo por hoy, ¿sí?", etc. El silencio que se guarda sobre el motivo real es característico en estas situaciones, y resulta difícil identificarlo. Develar los eventos a alguien con autoridad involucra la creencia, por parte del amenazado, de que se tomarán represalias en su contra, y el miedo embadurna todas las actividades. A veces se debe simplemente por el sentido de no preocupar a otros.

El que intimida, atormenta a los que se estiman no encajan en el grupo debido a su apariencia o comportamiento que sale de la norma, a veces imperceptiblemente. Pueden provocar a la víctima, incitándola a que pelee y se defienda psicológica o físicamente. En este sentido, la intimidación puede llegar a situaciones extremas en las que la víctima se va a sentir más y más acorralada, y causar un posible trauma psicológico, baja autoestima y mucha inseguridad de sí mismo, dependiendo, en última instancia, del tipo de personalidad y estrategias que posea la víctima en cuestión.

La mejor forma de reaccionar a una intimidación o serie de intimidaciones es denunciarla a alguien mayor de edad y de confianza (en caso de un niño o adolescente), o a la autoridad (en caso severo de acoso personal).

También es aconsejable mantenerse en compañía de alguien más durante los momentos de mayor riesgo; esto incluye amigos o grupo social. De tal forma de no darle oportunidad al intimidador de actuar, principalmente después de una amenaza física directa. No es extraña la historia de adolescentes que han aparecido muertos debido a este tipo de amenazas escolares, y principalmente en relación al tema gay.

Evitar ser afectado psicológicamente por las acusaciones, señalamientos o desprecios por parte del intimidador no sólo demuestra fortaleza personal, también ayuda a diluir la satisfacción psicológica que siente el victimario al ver sufrir o ver amenazada a su víctima. Para tal propósito se requiere, por supuesto, cierto estoicismo e integridad personal.

"Al mal tiempo, buena cara". Si es imposible salir del embrollo, (intimidación psicológica, por ejemplo), puede ser de mucha utilidad tomar las cosas con calma, mucha paciencia y hasta buen humor. Es posible encontrar el buen humor dentro de uno mismo aún en aquellas situaciones más penosas.

Si la intimidación, en lugar de dar miedo, da rabia, es aconsejable diluir esa energía negativa lejos del victimario, y en actividades que lo permitan. Por ejemplo, haciendo ejercicios o pegándole a un punching sobre el que cuelga una foto o dibujo de la cara del intimidador, y descarga en éste toda esa furia hasta el agotamiento. 

Se sabe que la "violencia engendra violencia", indudablemente. Pero a veces es necesario sobreponerse y ganarse un poco de respeto. Aprender un arte marcial o recibir cursos de yoga puede proporcionar confianza en uno mismo y puede contribuir enormemente al ver el problema, no como tal, sino como una oportunidad de madurar.

No existe mucha literatura respecto al acoso o intimidación escolar en niños de padres gay, sin embargo, los principios son básicamente los mismos y se aplican perfectamente a cualquier caso de intimidación durante la niñez o adolescencia.

Muchos casos de intimidación, cuando la víctima es muy sensible al acoso, presentan problemas de autoestima, inseguridad, distorsión del yo, niveles elevados de estrés y angustia, problemas digestivos relacionados, de desempeño escolar, irritabilidad, pánico social, miedo a la escuela, retraimiento, etc. Si los síntomas se agravan o son muy persistentes se aconseja consultar a un profesional de confianza lo antes posible.

Todos, en algún momento de nuestra vida, hemos sido víctimas de este tipo de ataques. Así, constatamos que el problema, no sólo es generalizado sino normal en las escuelas, y hay que verlo con sentido común, visión general y de forma madura.