P. K., de 38 años, casado, padre de dos adolescentes, sufre desde hace más de 21 años una serie de graves síntomas
de neurosis compulsiva y de angustia. En el primer plano está el temor de volverse homosexual y de no poder volver a presentarse nunca en sociedad por tener la idea de agarrar los genitales de algún individuo masculino que se encuentre en un momento dado en su cercanía.
de neurosis compulsiva y de angustia. En el primer plano está el temor de volverse homosexual y de no poder volver a presentarse nunca en sociedad por tener la idea de agarrar los genitales de algún individuo masculino que se encuentre en un momento dado en su cercanía.
Durante años el Sr. K. estuvo siendo tratado psicoanalíticamente. Además de eso había sido sometido a una intensa farmacoterapia y también a tratamiento por electrochoques. Pero nada le había producido un alivio significativo. Cuando el Sr. K. visitó por primera vez al Dr. Gerz, estaba tenso, muy agitado y estalló en lágrimas. "¡Durante más de 20 años —le dijo— he pasado por un verdadero infierno! Todo lo he guardado, sin contarle a nadie: sólo mi mujer lo sabe; pero le puedo asegurar que el único alivio que tengo es cuando duermo".
El temor de tomar el pene de otro hombre le sobrevenía, por ejemplo, con máxima fuerza cuando iba a la peluquería. En todas esas ocasiones comenzaba de inmediato a imaginar que no sólo quedaba anulado como individuo dentro de la sociedad, sino que además tenía altas posibilidades de perder su empleo. La desventaja que experimentaba era tan inmensa, que no podía, por ejemplo, ir de vacaciones a ningún lado.
Para entonces tuvo dos sesiones de logoterapia a la semana durante seis meses. Después de trabajar y comprender algunos de sus principales síntomas se le entrenó para que decidiera por propio albedrío aprovechara cada ocasión que se le presentara (en la calle, en algún restaurantes o en cualquier otro sitio) y tomar el pene de otro hombre. El Sr. K. se echó a reír de su situación —y también de sus temores compulsivos— y no pasó mucho tiempo antes de que cesaran totalmente esas persistentes ideas. Pero lo más impresionante fue el relato que hizo de su primer viaje en avión, viaje que había postergado desde hacía mucho: al regreso de sus vacaciones en Florida (¡era la primera vez después de muchos años, que se animaba a salir de vacaciones!), según le contó al Dr. Gerz, se "había esforzado directamente" por quedar sobrecogido por el pánico y "correr por toda la cabina de pasajeros con la intención de tocarle el pene a cada uno de los pasajeros masculinos".
El método paradójico consiste en pedirle al paciente que haga exactamente todo aquello que le molesta e irrita. Así, por ejemplo, cuando alguien quiere curar su insomnio, se le aconseja que haga todo lo contrario, que se quede despierto, teniendo como consecuencia quedarse finalmente dormido. Lo que se intenta evitar es que la persona pelee contra el síntoma. Lo que es malo o desagradable puede transformarse en ventaja y punto de cambio. Pero con el ejemplo del Sr. K que sito más arriba —valga la aclaración—, no implica que una tendencia homosexual pueda curarse por el método paradójico. La propensión o tendencias homoeróticas no están relacionadas por lo general a compulsiones o ideas obsesivas homosexuales (como el ejemplo anterior), solamente a impulsos o ideas asociadas a un deseo sexual que persiste de fondo.