Homosexualidad en el matrimonio heterosexual - III: la esposa

¿Cuál puede ser la reacción de la esposa ante la noticia de tener un marido gay?

La mujer, con quien se atenta directamente, es la principal involucrada. Puede preocuparse sobre temas como: con quién irá a hacer el amor ahora, cómo se verá su situación ante el círculo social que mantienen en común, qué dirán sus hijos de esta situación, cómo verán a su padre de ahora en adelante, etc.

La mujer en particular puede sentirse rechazada, con sentimientos de culpa: "¿qué hice tan mal para que me haga esto?" "Es imposible no sentirme tonta y engañada."¿Debo divorciarme o separarme?" "No puedo soportar la idea de que mi esposo se acueste con otros hombres".

Los sentimientos de culpa, aflicción, rabia, impotencia, decepción ante la noticia son normales y comprensibles, y no todas las esposas reaccionan de forma razonable. ¿Qué hay de la vida sexual entre ellos dos, si esa es una de las bases fundamentales del matrimonio? ¿Cómo puede ella dejarlo a él cuando aún lo sigue queriendo?

Hay todo tipo de reacciones: algunas parejas deciden seguir viviendo juntos, probablemente para conveniencia de los hijos, o por bienestar mutuo. Llegan a un acuerdo y aceptan las diferencias. Esto generalmente ocurre en función de la actitud que toma la mujer ante la situación. 

Cuando la mujer ha notado que su marido es distinto en sus relaciones, amistades y comportamiento sexual, y sospecha de que probablemente sea gay, el hecho de haberse dado cuenta con antelación le permite poder prepararse emocionalmente para aceptar la realidad. Otros, sin embargo, optan por la separación, no toleran sus diferencias ni la "falta moral" que hay detrás de todo esto. A veces no sólo se separan (o se divorcian) sino se injurian en cuanto pueden, realizan demandas legales y hasta propenden a la planificación de un asesinato. Estos, por lo general, no llegan a resolver el conflicto psicológico que llevan dentro y viven el resto de sus días con "la mosca detrás de la oreja".

Existen los casos mixtos en que uno de los dos quiere separarse pero el otro no. En estos casos, alguien tiene que ceder, y por lo general es el más débil emocionalmente o el de menor carácter, o el que lleva las de perder económicamente. Si las cosas no acaban por las buenas, acabarán con uno. Son devastadoras para el crecimiento y la vida emocional de los hijos, que a los tres o cuatro años ya pueden darse cuenta de que sus padres tienen problemas. Y aunque desconocen el trasfondo de la situación, intuyen que hay dificultades y se sienten en la necesidad de tomar partido por uno u otro progenitor, lo que les genera ansiedad. También pueden experimentar sentimientos de culpabilidad, baja autoestima, frustración o depresión.

Las agresiones por parte de un cónyuge generará inevitablemente una respuesta similar en el otro. Estos son los ingrediente esencial para acrecentar el problema y hacerlo más evidente, penoso y cansado.

No existen respuestas fáciles a problemas complejos, es decir, con sentimientos profundos involucrados. Sin embargo, me atrevo a decir que existen dos posibilidades muy claras: a) separase o b) continuar la relación. Tomar decisiones tiene que ver con ser capaz de evaluar los sentimientos involucrados y contestar a preguntas vitales como: ¿sigue amándome? ¿sigo amándolo? ¿qué futuro nos espera bajo estas circunstancias?

En realidad cada caso marca la pauta de qué hacer y cómo hacerlo. Si el esposo tiene una tendencia exclusivamente homosexual, y aunque haya amor no puede seguir teniendo relaciones sexuales con su esposa, es posible que lo mejor sea la separación o el divorcio. Si hay tendencias bisexuales existe una posibilidad de seguir teniendo relaciones satisfactorias, aunque en ocasiones haya un deseo de estar con otro hombre, una fantasía que puede cumplirse en cierta forma sin necesidad de la separación o el divorcio.

La frustración por parte de la esposa, y la confusión por parte del marido, son mezcla peligrosa que puede llevar a encontrones agresivos y desgaste emocional. No se trata de averiguar quién tiene la razón, sino de cómo puede a la larga salir ganando todos. A continuación algunos consejos:

Qué se puede hacer

1) Relájese: nunca tome decisiones con el hígado, ni actúe impulsivamente. Puede costarle caro más adelante, y muchos arrepentimientos.

2) Asesórese: acuda con un profesional (o varios si es necesario) y tome en cuenta su opinión, no es la última palabra pero le dará algún luz al respecto.

3) Evite evadir la situación: evite no hablar del tema o esconder sus emociones. Cuando tenga claras las ideas o sospechas no siga postergándolo pues puede volverse una situación crónica para usted.

4) Evite las acusaciones: no haga señalamientos o insinuaciones al respecto, y menos frente a los niños (si los tiene), sea clara y directa una vez haya ordenado sus ideas en la cabeza.

5) Sea diligente: sentimientos como la preocupación constante o la depresión pueden hacer que su vida se vuelva más difícil de llevar. Mantenga una rutina bien establecida de actividades y no la deje. Ejercítese físicamente todos los días, eso le dará claridad mental y una forma de desahogo emocional.

6) Establezca objetivos: una separación o divorcio dejan secuelas emocionales difíciles de curar. La mejor forma de superar estos sentimientos es dedicándose a las propios objetivos de vida, aunque las reminiscencias sean inevitables. No es fácil al principio, pero el esfuerzo tiene sus recompensas con forme pase el tiempo. Esto evitará, además, crear resentimientos a largo plazo.

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