Bullying escolar y ciberbullying

Los adolescentes que sufren de depresión son
más propensos a ser víctimas de la intimidación.

¿Cuál es la diferencia entre el ciber-bullying y el bullying escolar?


Un estudio publicado en 2012, en el que se emplearon a 17,000 estudiantes ha encontrado que la intimidación en el patio de la escuela y el acoso cibernético tienen características muy diferentes.

Actualmente hay muchos programas con el propósito de reducir la intimidación escolar, y que incluyen también el ciberbullying. Sin embargo, el ciberbullying no equivale a las formas intimidatorias que normalmente reciben los niños o adolescentes en el patio escolar. Por lo tanto no es posible asumir que las intervenciones existentes sean relevantes para ayudar en los casos de agresión en línea (Shapka, 2012).


Las investigaciones muestran que entre un 25 a 30% de los estudiantes han participado en el acoso cibernético (ya sea como víctimas o autores) en contraste a un 12% que han sido intimidados personalmente en la escuela. Una mayoría del 95% de los que participan en el ciberbullying lo consideran una "broma". Con estos datos es claro suponer que los jóvenes están subestimando el grado de los daños asociados con el acoso cibernético. También se hace evidente la necesidad de educar y concientizar a los estudiantes que esa "broma" tiene consecuencias, y que a veces son bastante graves, incluso fatales.

Debemos considerar que el bullying tradicional tiene tres componentes:
  • hay una diferencia de poder entre agresor y víctima
  • existe una focalización proactiva de una víctima, es decir que el agresor se centra en alguien en particular
  • se lleva a cabo una agresión física o psicológica
El ciberbullying parece carecer de un plan dirigido a la víctima, y los mismos individuos puede ser víctimas, testigos o perpetradores. No hay una orientación definida como ocurre con la experiencia en vivo.


Intimidación y depresión


Si bien se supone que la intimidación conduce a problemas psicológicos, en un nuevo estudio (Kochel, 2012) se sugiere que los adolescentes que sufren de depresión son más propensos a ser víctimas de la intimidación.

Con frecuencia se asume que las relaciones problemáticas conducen a depresión. Se encontró que los síntomas de depresión en sí predicen relaciones negativas. Se ha examinado el problema en ambas direcciones, pero no se encontraron evidencias que sugieran que las relaciones problemáticas entre iguales se basen en una depresión previamente diagnosticada.

Se realizó un estudio longitudinal que comenzó en 1992 y terminó casi dos décadas después (2012), y en el que los investigadores analizaron detenidamente los datos de 486 estudiantes de 4to. a 6to grado. Mucha de la información, recabada con encuestas anuales, fue suministrada por los padres, profesores, compañeros y los propios estudiantes. La investigación develó que estar deprimido en 4to. grado puede predecir la victimización entre iguales en 5to. grado, y dificulta la aceptación en 6to.

La adolescencia es el período de desarrollo en el que se ven más aumentados los síntomas de depresión, sobre todo en las niñas (Kochel, 2012). Esto puede deberse a la aparición de la pubertad, o a los desafíos que exigen las relaciones interpersonales y amorosas que con frecuencia se experimentan durante este período.

En el estudio se le pidió a los padres y profesores identificar los signos clásicos de depresión, incluyendo el llanto, falta de energía, etc., para determinar qué participantes estaban deprimidos. La "victimización entre iguales" se definió dentro de una escala de intimidación física (golpear), verbal (decir cosas hirientes o insultos, hablar a espaldas de alguien) o de relación (meterse con alguien).

Quedó claro que, por otro lado, las relaciones positivas con los compañeros son fundamentales para la adaptación escolar, por ejemplo, el rendimiento en los estudios y el funcionamiento psicológico (emocional) saludable.


Si la depresión en la adolescencia es un signo (pronóstico) de una mala adaptación escolar (y probable causa del bullying), entonces el reconocimiento de la depresión durante la adolescencia es particularmente importante. Esto se vuelve aún más significativo al tomar en cuenta que el ajuste social durante la adolescencia parece tener implicaciones en el desempeño a lo largo de toda la vida del individuo (Kochel, 2012).

La escuela, según los autores de este estudio, puede ser el mejor lugar para observar y entender los síntomas de la depresión en adolescentes como estudiantes jóvenes que dedican más tiempo a pasarla con los amigos, crear relaciones nuevas, y estar menos tiempo con los padres.

Es importante apuntar también que los padres tienden a no observar las relaciones de sus hijos, o las pasan desapercibidas. Sin embargo, la depresión tiene el potencial de socavar la maduración y las habilidades de desarrollo claves para la adaptación del individuo. Se recomienda, por tanto, ser conscientes de los signos y síntomas de depresión en los adolescentes, principalmente si hay signos de inadaptación escolar o social.

La intimidación y el suicidio


Según un estudio realizado por Young-Shin Kim (MD) existe un vínculo estrecho entre el acoso psicológico (o intimidación) y el suicidio (o intento de suicidio) en los jóvenes. Si bien no hay pruebas definitivas de que la intimidación haga que los jóvenes (o niños) sean más propensos a acabar con su vida, ahora que se puede ver una posible asociación, podemos actuar al respecto y tratar de evitarlo (Kim y Leventhal, 2008).

Se analizaron 37 estudios relacionados con el bullying y el suicidio entre niños y adolescentes de 13 países. En todos los estudios se identificó la relación entre ser intimidado y tener pensamientos suicidas. Las víctimas presentaban entre dos y nueve veces más probabilidades de reportar este estado de ánimo. Sin embargo, los autores sostienen que el diseño de los diferentes estudios revisados hizo imposible determinar de forma concluyente si el bullying lleva realmente al comportamiento suicida. La mayoría de estudios, por otro lado, no tuvo en cuenta la influencia de otros factores como el género, problemas psiquiátricos o antecedentes de intento de suicidio.

El bullying debe ser tomado muy en serio en lugar de ser subestimado como un suceso inevitable y parte del desarrollo de la niñez o adolescencia. El fenómeno bullying se ha identificado como un factor que contribuye a actos de violencia extrema, como el caso de la masacre del instituto Columbine High School, en Colorado, Estados Unidos, donde dos adolescentes mataron a 12 alumnos y un profesor, y docenas de personas que fueron heridas por los más de 900 disparos que realizaron. Por supuesto, las causas que impulsan a un adolescente a actuar de esa forma son innumerables, y pueden ser tan variadas como: la ira, la televisión, las películas violentas, los videojuegos, la sociedad, las drogas, etc. Pero también puede explicarlo una enfermedad psiquiátrica previa que incremente las posibilidades de agresión social.

Kim intenta determinar, a través de su estudio, si el bullying en realidad puede conducir al suicidio, pero también advierte que existen otros factores que pueden aumentar la susceptibilidad tanto del bullying como del suicidio, los cuales deben excluirse primero. La investigación, en última instancia, debería alentar a los adultos y responsables de menores a prestar más atención a los signos de conducta de suicidio o de intimidación a otros.

Kim aconseja preguntar directamente a las víctimas de bullying si están pensando en hacerse daño o no, y asegurarnos de que la respuesta sea honesta. Es importante no sólo evaluar sino también prevenir que se den estas situaciones.

Según una investigación realizada en la Universidad de York, Ontario, y la Universidad de Queens, encontró que los jóvenes agresores del bullying tienden a tener problemas en la relación con los padres y compañeros de su misma edad. Puede que sean personas solitarias y apartadas del contacto social. El estudio concluye que las estrategias para la prevención o intervención eficaces en un caso de bullying deben incluir la importancia que tienen esas relaciones, así como los problemas de agresión y moral que derivan del bullying en sí mismo.

La investigación también concluyó que de los 871 estudiantes evaluados durante un período de siete años (entre los 10 y 18 años), la mayoría se había dedicado al bullying en algún momento. Alrededor de una décima parte (9.9%) afirmaron dedicarse al bullying de forma consistente hasta la secundaria. 13.4% aseguraron haber reducido esa práctica en primaria hasta casi ninguna intimidación para finales de la secundaria. 35.1% realizan bullying moderado, y un 41.6% casi nunca reportan comportamiento de bullying.

Los investigadores encontraron también que aquellos que intimidaban tendían a ser más agresivos, carecían de orientación moral y experimentaban un conflicto significativo en las relaciones con los padres. También presentaban conflicto en sus relaciones con sus iguales y tendían a asociarse con otros de su mismo carácter.

Debra Pepler (2008) sugiere que las intervenciones deberían centrarse en los niños o adolescentes que intimidan, atendiendo sus problemas de comportamiento agresivo, habilidades sociales y habilidades para resolver problemas sociales. Enfocarse en el individuo no es suficiente. El bullying es un problema de relación y requiere soluciones de relaciones problemáticas, relaciones tensas y de riesgo. Al proporcionar un apoyo intensivo y continuo desde los años de la escuela primaria puede prevenirse numerosos problemas socio-emocionales en la adolescencia y edad adulta.

Fuente:

Shapka, Jennifer (2012). Cyberbullying and bullying are not the same: UBC research. The University of British Columbia, Apr, 13, 2012. Vancouver, Canadá.

Kochel, K.P.; Ladd, G.W. & Rudolph, K.D. (2012) Longitudinal Associations Among Youth Depressive Symptoms. Child Development. Vol. 83, 2, pp.637-650.

Kim, Y.S. & Leventhal, B. (2008). Bullying and suicide. A review. International Journal of Adolescent Medicine and Health. Vol. 20(2), pp.133-154.


Pepler, D.; Jiang, D; Craig, W. & Connolly, J. (2008) Developmental Trajectories of Bullying and Associated Factors. Child Development. Vol. 79, 2. pp. 325-338.