Se sabe que los animales pueden sentir
miedo ante el peligro o a lo desconocido, pero, ¿también podemos
afirmar que sienten ansiedad? Al parecer no. El fenómeno de la
ansiedad, según se entiende, es de carácter netamente humano debido
a que implica una angustia por lo que nos depara el futuro, una
cualidad que no tienen los animales.
Para Kierkegaard, la ansiedad es el
resultado de una auto-conciencia lúcida
que comprende la posibilidad de la libertad y la posibilidad amenazante de no-ser, de la disolución del ser, lo que resulta en un estado constante de angustia.
que comprende la posibilidad de la libertad y la posibilidad amenazante de no-ser, de la disolución del ser, lo que resulta en un estado constante de angustia.
La
ansiedad: un fenómeno global
Se
dice que vivimos en la era de la ansiedad,
debido posiblemente a todas las ambigüedades e incertidumbres que la
sociedad actual encierra. Rollo May asegura que la presencia de
ansiedad tiene carácter endémico.
Actualmente,
la raíz de la ansiedad
que muchas personas viven puede deberse a un estado constante de
separación o desconexión
radical. Suena raro decir
esto viviendo en una era en donde la conexión informática está en
auge, pero esta desconexión a la que me refiero no tiene que ver con
el Internet, sino más bien con
nosotros mismos, con
nuestra animalidad biológica,
para ser más preciso.
Nos
hemos convertido poco a poco en seres “cerebroides”,
desconectándonos sin saberlo de nuestro sentir corporal, y de ahí
se explica el origen y raíz de todo tipo de ansiedad
que conduce al sentimiento de inseguridad y tedio. Algunos, como
Edmund Bourne Ph. D. (1998) —terapeuta
alternativo—,
aseguran que esta condición no existía en la sociedad
preindustrial.
Pero
esta desconexión no sólo ha ocurrido a nivel personal, sino también
en las relaciones familiares,
estableciéndose un aislamiento entre los individuos que conforman la
familia nuclear, o bien la desintegración de la familia nuclear por
medio del divorcio o separación de los padres. El fenómeno se
observa también en la comunidad,
donde el individuo ha dejado lo trascendente para adoptar
incondicionalmente lo pasajero, llamativo y superfluo,
encontrando al final un profundo sentimientode soledad que más
tarde no puede explicar concientemente.
Más
allá de las raíces de la ansiedad
Por lo
general percibimos la ansiedad ante la presencia de un peligro
latente o una consecuencia no deseada que existe en nuestra
imaginación. Sin embargo esta
amenaza, más allá de los hechos o de nuestra imaginación, tiene un
origen existencial, es
decir, mucho más simbólico, y también por eso mucho más difuso.
El
origen de nuestros temores van más allá de una situación
determinada. Por ejemplo, sentir miedo a hablar en público o subirse
a un avión no es exactamente lo que nos da miedo, el miedo, según
este enfoque, tiene una raíz que va más allá de lo aparente, y nos
amarra a una amenaza existencial y puramente simbólica.
En otras palabras,
experimentamos fobia a volar no porque tememos a los aviones, sino
porque tememos morir en un accidente aéreo. De la misma forma, las
personas experimentan varios temores fundamentales (o
matrices) tales como el miedo al abandono y al rechazo, miedo
a perder el control, al confinamiento, a la muerte o daños
corporales.
Miedo al
abandono y al rechazo. Para las
personas que experimentan este tipo de temores el peor castigo es el
desprecio, la indiferencia o el aislamiento de otros, por lo que la
persona busca incondicionalmente a otros, un sitio seguro y la
necesaria aprobación ajena. A este miedo indomable se asocian un
profundo sentimiento de inseguridad y dependencia. Pero también una
necesidad de hiper-comodidad, lo que se puede traducir en una
sumisión y aceptación pasiva a lo que piensan los demás.
Miedo a perder
el control. Las personas
tienden una desconfianza
básica de
sí mismas, es decir, de sus capacidades y habilidades que ya han
demostrado tener. De aquí surge muchas veces la necesidad de ser
perfeccionista con todo lo que hacen. Este tipo de actitudes puede
originarse en la niñez,
tal vez por alguna experiencia traumática o muy dolorosa, por ej,
una relación inestable y destructiva con algún familiar, o la
pérdida del progenitor en un período vulnerable.
Se
ha comprobado que estas personas pueden superar sus problemas por
medio de técnicas de relajación, ejercicios creativos y superación
del perfeccionismo.
Miedo al
confinamiento. Este tipo de
temores puede dar origen a trastornos fóbicos situacionales como el
miedo a volar, a lugares cerrados, agorafobia, etc. Es un temor
profundo a quedar limitado o sin posibilidades de desplazamiento, es
decir, a perder la libertad de movimiento.
Miedo a la
muerte y daños corporales. Las
personas que caracterizan este tipo de temor son las hipocondríacas,
quienes huyen de cualquier tipo de riesgo, pero que además, de
manera paranoica, se consideran afectados por un mal incurable que
finalmente los llevará a la muerte. El temor a morir (lo inevitable
de la muerte) es una fuente de ansiedad ancestral, que ya los
filósofos consideraban como la “amenaza al no-ser”,
o bien, al “dejar-de-ser”,
como lo entenderíamos hoy.
REFERENCIAS:
Bourne,
E.J. (1998). Healing
fear. New approaches to overcoming anxiety.
Oakland, CA: New Harbinger.
Lazarus,
R.S. Y Lazarus, B.N. (2000). Pasión y razón.
Barcelona: Paidós.
May,
R. (1996). El hombre en busca de sí mismo.
Buenos Aires: Fausto.