La persona obsesiva lucha con pensamientos obsesivos, con profundas reflexiones que pueden llegar a interferir gravemente en su vida diaria. Los pensamientos se quedan atascados en algo, como un disco rayado, repitiendo un cierto temor o duda a tal punto que a veces dan ganas de gritar ¡basta ya!
Una obsesión es la enfermedad de la
duda, del estar atrapado en la incertidumbre infinita. Pero incluso
aquellos que no están diagnosticados con el TOC (trastorno obsesivo
compulsivo) pueden verse a veces en la lucha con un pensamiento
obsesivo. Un impulso, imagen o idea obsesiva es muy frecuente entre
la población general. Pero cuando la persona experimenta malestar
intenso y su vida diaria se ve afectada a tal punto de disminuir su
eficacia en el trabajo, estudios o vida social hablamos entonces de
un trastorno obsesivo compulsivo (TOC).
A continuación describo algunas
estrategias que pueden ayudarle a reducir estas obsesiones.
Herramientas que pueden ayudarle a ganar terreno en el control de los
pensamientos y tener mayor confianza en sí mismo. Espero le sean de
utilidad.
1)
Póngale nombre al monstruo: Si
desea lidiar y, finalmente, controlar un pensamiento obsesivo,
necesitará identificar la idea que lo obsesiona. ¿En qué consiste?
¿en dónde radica su miedo? ¿cuál es la duda? La respuesta a estas
preguntas puede escribirla en una frase con pocas palabras. Por
ejemplo, si Juan ha sido diagnosticado de depresión en un hospital y
teme que su grupo de trabajo se entere por miedo a que ya no lo tomen
en cuenta o no lo respeten más, puede desarrollar una obsesión por
mantener en secreto esa información. Juan podría llamarle Godzilla
a ese núcleo de pensamientos relacionados de preocupación,
quitándole así un poco el poder autónomo que posee la obsesión
actualmente. Esto equivale también a liberar un poco de carga
emocional contenida.
2)
Encuentre la distorsión: Una vez
que ha nombrado el miedo o la duda en cuestión, intente comprender
la distorsión del pensamiento. Por ejemplo, si su pensamiento es
extremista (tipo todo o nada), salta a conclusiones sin reflexión
previa, es exagerado, o negativista al extremo, etc. El best-seller
del Dr. David Burns describe un método de "análisis de
costo-beneficio" muy efectivo para este ejercicio. Es frecuente
poseer dos o más distorsiones de pensamiento, y habrá que
identificarlas todas.
3)
Use su pluma: Programe una hora al
día en que se sienta libre de rumiaciones. Cuando llegue una
obsesión sólo dígase a sí mismo: "Lo siento, no hay tiempo
para eso. Vas a tener que esperar hasta las 8 de la noche, o cuando
dedique 15 minutos a llenar mi cabeza de obsesiones.” De esta
manera podrá favorecer llevar un diario en el que se anoten todos
los pensamientos o dudas desfavorables: "Soy un pésimo
escritor, una mujer rencorosa, incapaz de hacer amigos, de disfrutar
de la vida, etc."
4)
Ríase de su problema: La risa puede
hacer casi cualquier situación tolerable. Hay que admitir que hay
algo que puede ser más divertido que estar escuchando un disco
rayado dentro de su cabeza. Crease capaz de desarrollar esa facultad.
Si no pudiera reírse de su depresión, ansiedad y profundas
reflexiones pesimistas podría volverse loco, es decir, más de lo
que ya está.
5)
Despierte su atención: Colóquese
una banda elástica al rededor de su muñeca, y cada vez que se
sorprenda con un pensamiento obsesivo, de esos que ha aprendido a
identificar, estire la banda elástica y restállela sobre la piel
como recordatorio. Otra técnica conductual es escribir la obsesión
específica en un pedazo de papel, luego arrúguelo y tírelo a la
basura, de esta manera usted ha tirado literalmente su obsesión.
Otra forma es visualizar una señal de alto (stop),
y cada vez que se haga consciente de una obsesión piense y visualice
detenidamente esa señal.
6)
Aoríllese en la carretera del pensamiento:
Imagine que conduce un coche por la carretera. Cada vez que se de
cuenta que sus pensamientos obsesivos lo abordan nuevamente, imagine
detener el coche y aorillarlo. Entonces pregúntese: ¿Tengo que
cambiar algo? ¿Puedo cambiarlo? ¿Puedo modificar la situación de
alguna manera? ¿Hago todo lo que necesito hacer para estar
tranquilo(a)? Así, puede demorar un minuto en hacerse estas y otras
preguntas que se le ocurran. Si no hay nada que pueda hacer al
respecto, o se da cuenta que no hay nada realmente que arreglar,
entonces es el momento de arrancar su coche, volver a la carretera y
continuar su camino.
En esta visualización estará
intentando hacer la diferencia entre lo que puede y no puede cambiar.
Una vez que haya hecho esta distinción, será el momento de empezar
a conducir de nuevo (seguir con su labor).
7)
Aprenda la lección: Es frecuente
obsesionarse por los propios errores. Cuando uno mete la pata, tiende
a reprenderse a sí mismo(a) obsesivamente por no haber hecho las
cosas bien desde el principio, sobre todo cuando se le ha hecho daño
a otras personas sin querer. Entonces se puede preguntar: ¿Cuál es
la lección aquí? ¿Qué ha aprendido? Al igual que el primer paso
(cuando se bautiza la obsesión), deberá describir la lección que
ha aprendido en una frase corta. Por ejemplo, reprender a un hermano
menor, a un amigo, a un amante o a un hijo por haber creído que hizo
algo malo. Se manifiesta claramente un pensamiento distorsionado en
el sentido de apresurarse a las conclusiones, o juzgar sin pruebas,
lo que despierta un malestar difícil de diluir. He ahí la lección,
y será bueno recordar para la próxima vez no ir tan rápido o hacer
suposiciones sin fundamento, y procurar basarse en los hechos.
8)
Perdónese a sí mismo: Después de
aprender la lección deberá aprender a perdonarse a sí mismo(a).
Este, no obstante, es un punto particularmente difícil para los
perfeccionistas, y adivine qué... los perfeccionistas son rumiadores
por excelencia. Julia Cameron escribe sobre esto en "El camino
del artista":
"El perfeccionismo es negarse
moverse hacia adelante. Es un bucle, un sistema cerrado, obsesivo y
debilitante que hace que se quede atascado en los detalles de lo que
está escribiendo, pintando o haciendo, y pierde de vista el
propósito final. En lugar de fluir libremente y permitir errores
menores, se manifiesta más tarde en ideas en las que quedamos
parados mientras intentamos concebir los detalles más mínimos.
Corregimos nuestra originalidad en una uniformidad que carece de
pasión y espontaneidad."
Perdonarse a uno mismo significa
concretar los conocimientos adquiridos respecto a nuestros errores, y
dejar de lado el resto.
9)
Imagine lo peor: Esto podría
producir incluso más ansiedad al principio, pero imaginar lo peor en
realidad puede aliviar los temores que accionan la obsesión. Por
ejemplo, cuando Jorge fue hospitalizado por segunda vez debido a una
depresión severa se quedó petrificado de pensar que nunca iba poder
volver a trabajar, volver a escribir y aportar algo a la sociedad.
Estaba literalmente temblando de ansiedad y pensando en su muerte.
Así de severo era su miedo de lo que la enfermedad podía hacerle.
Llamó a un amigo y le contó sobre sus temores. "Ajá..."
dijo el amigo, "¿y qué?" Jorge, sorprendido, le volvió a
explicar hasta el extremo de que podía perderlo todo. "Sí
-contestó el amigo- ¿y qué?" "¿No puedes escribir
más?... no hay problema; ¿no puedes trabajar más?... no hay
problema. Tienes una familia que te ama y te acepta, tienes una amiga
que te comprende y te quiere. Aún no has dejado de escribir ni de
trabajar y sólo es cuestión de echar un vistazo a tu alrededor para
darte cuenta de todo lo que tienes realmente."
En cierta forma, su amiga tenía razón.
Jorge mantuvo en su mente lo peor que le podía pasar, pero su amiga
lo hizo reflexionar y se dio cuenta que aún seguía de pie, con
vida, una vida diferente, sí, pero con vida al fin y al cabo, lo que
implicaba todavía muchas posibilidades.
10)
Póngalo en espera: A veces es
posible obsesionarse con una situación sobre la que no se tiene
mucha información. Por ejemplo, la situación delicada de un
familiar que recién lo han operado, o el hijo que se va sólo de
viaje por primera vez, etc. Entonces, detenga su pensamiento y
reflexione: ¿Con cuánta información cuenta hasta el momento?
¿Según esa información, qué plan puede seguir? Si su respuesta
es: ninguna o muy poca, se dará cuenta que no tiene sentido
preocuparse. Ponga su obsesión en espera, como si fuera un vestido o
un aparato electrónico que no se puede dar el lujo de comprar
todavía. El artículo seguirá allí, en la vitrina, esperando por
usted.
11)
Excave en busca de la causa: Con
frecuencia el objeto de la obsesión no es el verdadero problema. Esa
persona, objeto o situación está enmascarando un problema más
fundamental, pero somos demasiado miedosos para enfrentarlo cara a
cara. Por ejemplo, un vecino que se obsesiona por colocar una cerca
en su jardín trasero porque, a diferencia de la enfermedad incurable
de su esposa, sobre la que no tiene ningún control, la cerca sí que
puede ser manipulada y arreglada hasta la saciedad. Otro caso es el
de una mujer que solía fantasear en el trabajo con un colega a quien
le atrajo obsesivamente, casarse y largarse para así huir de la
penosa situación que el resultaba mantener a tres niños pequeños y
a su madre. Sus obsesiones no eran sobre su colega, sino sobre su
necesidad de un poco de diversión y alivio a su situación.
12)
Saque el pescado del agua: Todos
sabemos lo rápido que una obsesión puede tomar vida propia. Un
pequeño problema en un proyecto se convierte en un obstáculo
enorme, un gesto de amistad de un amigo se vuelve feo y amenazador, y
una pequeña crítica de un colega se convierte en una tesis de 150
páginas acerca de sus defectos e insuficiencias, ya sabe, todo lo
que es malo para usted y por qué no debió salir de la cama esa
mañana.
Detrás de cualquier obsesión, un
gesto, una simple observación o una pequeña dificultad, puede
volverse un verdadero problema existencial. Por eso necesita de
buenos amigos que le ayuden a separar la realidad de la ficción. En
compañía de un buen consejero puede terminar riéndose de sus
exageraciones y ver la verdadera dimensión del asunto.
13)
Interrumpa la conversación: Aquí
es donde un mal hábito puede ser útil. ¿Siempre interrumpe a la
gente y no puede evitarlo? ¿Tiene curiosidad por los detalles de la
historia de alguien y está ansioso(a) por saber más? Así es como
funciona una obsesión en su cerebro, como una conversación trivial:
"Es por eso que me odia, y por eso también, ¿no mencioné ya
que me odia?... es que, en verdad me odia...”
Lleve a la práctica uno de esos
modales groseros: interrumpa la conversación. Ni siquiera tiene que
decir: "disculpe". Dentro de su conversación incansable
hágase de pronto una pregunta diferente o saque a colación otro
tema. Al hacerlo, cogerá la bola de nieve y la lanzará con nuevo
impulso y nueva dirección.
14)
Permanezca en el presente: Puede que
apriete los dientes cada vez que la gente le dice esto, porque es un
rumiador del pasado y del futuro por excelencia. Difícilmente
pensamos en el ahora todo el tiempo, sin embargo, permanecer en el
presente es un concejo certero. Cuando está conectado a tierra, en
el momento, no está pensando en las cosas malas que pueden pasar en
el futuro, o detenerse en los lamentables errores del pasado.
Para poder "meterse" en su
presente, necesita primero poner atención a sus sentidos. Trate de
escuchar, por ejemplo, todos los sonidos que ahora mismo le rodean:
un pájaro, un perro, un automóvil, o tal vez el tañer de las
campanas de una iglesia cercana. Si se da a la tarea de escuchar
sonidos reales a su alrededor, no podrá, durante ese tiempo,
obsesionarse por sus temores pasados ni futuros. Dedíquele un tiempo
a cada cosa que haga, y concentre toda su atención a esa cosa
específica.
15) Devuélvaselo a Dios:
El último paso es la entrega, como de costumbre. "Muy bien,
Dios, ¡me rindo! Toma la sangrienta obsesión de mi..." Si
reconoce que los últimos 14 pasos mencionados no le han llevado a
donde tiene que estar, y no sabe qué más hacer, dele su mente a
Dios y rumee en Él, y deje que lidie con eso. Las obsesiones se
arraigan casi siempre en nuestros apegos, así que si podemos pensar
en ellos como prestados por Dios, puede que tiendan a ser menos
codiciosos y posesivos. De esta manera somos simples administradores
de lo que Dios generosamente nos ha dado.