15 técnicas para controlar pensamientos obsesivos

La persona obsesiva lucha con pensamientos obsesivos, con profundas reflexiones que pueden llegar a interferir gravemente en su vida diaria. Los pensamientos se quedan atascados en algo, como un disco rayado, repitiendo un cierto temor o duda a tal punto que a veces dan ganas de gritar ¡basta ya!


Una obsesión es la enfermedad de la duda, del estar atrapado en la incertidumbre infinita. Pero incluso aquellos que no están diagnosticados con el TOC (trastorno obsesivo compulsivo) pueden verse a veces en la lucha con un pensamiento obsesivo. Un impulso, imagen o idea obsesiva es muy frecuente entre la población general. Pero cuando la persona experimenta malestar intenso y su vida diaria se ve afectada a tal punto de disminuir su eficacia en el trabajo, estudios o vida social hablamos entonces de un trastorno obsesivo compulsivo (TOC).

A continuación describo algunas estrategias que pueden ayudarle a reducir estas obsesiones. Herramientas que pueden ayudarle a ganar terreno en el control de los pensamientos y tener mayor confianza en sí mismo. Espero le sean de utilidad.


1) Póngale nombre al monstruo: Si desea lidiar y, finalmente, controlar un pensamiento obsesivo, necesitará identificar la idea que lo obsesiona. ¿En qué consiste? ¿en dónde radica su miedo? ¿cuál es la duda? La respuesta a estas preguntas puede escribirla en una frase con pocas palabras. Por ejemplo, si Juan ha sido diagnosticado de depresión en un hospital y teme que su grupo de trabajo se entere por miedo a que ya no lo tomen en cuenta o no lo respeten más, puede desarrollar una obsesión por mantener en secreto esa información. Juan podría llamarle Godzilla a ese núcleo de pensamientos relacionados de preocupación, quitándole así un poco el poder autónomo que posee la obsesión actualmente. Esto equivale también a liberar un poco de carga emocional contenida.

2) Encuentre la distorsión: Una vez que ha nombrado el miedo o la duda en cuestión, intente comprender la distorsión del pensamiento. Por ejemplo, si su pensamiento es extremista (tipo todo o nada), salta a conclusiones sin reflexión previa, es exagerado, o negativista al extremo, etc. El best-seller del Dr. David Burns describe un método de "análisis de costo-beneficio" muy efectivo para este ejercicio. Es frecuente poseer dos o más distorsiones de pensamiento, y habrá que identificarlas todas.

3) Use su pluma: Programe una hora al día en que se sienta libre de rumiaciones. Cuando llegue una obsesión sólo dígase a sí mismo: "Lo siento, no hay tiempo para eso. Vas a tener que esperar hasta las 8 de la noche, o cuando dedique 15 minutos a llenar mi cabeza de obsesiones.” De esta manera podrá favorecer llevar un diario en el que se anoten todos los pensamientos o dudas desfavorables: "Soy un pésimo escritor, una mujer rencorosa, incapaz de hacer amigos, de disfrutar de la vida, etc."

4) Ríase de su problema: La risa puede hacer casi cualquier situación tolerable. Hay que admitir que hay algo que puede ser más divertido que estar escuchando un disco rayado dentro de su cabeza. Crease capaz de desarrollar esa facultad. Si no pudiera reírse de su depresión, ansiedad y profundas reflexiones pesimistas podría volverse loco, es decir, más de lo que ya está.

5) Despierte su atención: Colóquese una banda elástica al rededor de su muñeca, y cada vez que se sorprenda con un pensamiento obsesivo, de esos que ha aprendido a identificar, estire la banda elástica y restállela sobre la piel como recordatorio. Otra técnica conductual es escribir la obsesión específica en un pedazo de papel, luego arrúguelo y tírelo a la basura, de esta manera usted ha tirado literalmente su obsesión. Otra forma es visualizar una señal de alto (stop), y cada vez que se haga consciente de una obsesión piense y visualice detenidamente esa señal.

6) Aoríllese en la carretera del pensamiento: Imagine que conduce un coche por la carretera. Cada vez que se de cuenta que sus pensamientos obsesivos lo abordan nuevamente, imagine detener el coche y aorillarlo. Entonces pregúntese: ¿Tengo que cambiar algo? ¿Puedo cambiarlo? ¿Puedo modificar la situación de alguna manera? ¿Hago todo lo que necesito hacer para estar tranquilo(a)? Así, puede demorar un minuto en hacerse estas y otras preguntas que se le ocurran. Si no hay nada que pueda hacer al respecto, o se da cuenta que no hay nada realmente que arreglar, entonces es el momento de arrancar su coche, volver a la carretera y continuar su camino.

En esta visualización estará intentando hacer la diferencia entre lo que puede y no puede cambiar. Una vez que haya hecho esta distinción, será el momento de empezar a conducir de nuevo (seguir con su labor).

7) Aprenda la lección: Es frecuente obsesionarse por los propios errores. Cuando uno mete la pata, tiende a reprenderse a sí mismo(a) obsesivamente por no haber hecho las cosas bien desde el principio, sobre todo cuando se le ha hecho daño a otras personas sin querer. Entonces se puede preguntar: ¿Cuál es la lección aquí? ¿Qué ha aprendido? Al igual que el primer paso (cuando se bautiza la obsesión), deberá describir la lección que ha aprendido en una frase corta. Por ejemplo, reprender a un hermano menor, a un amigo, a un amante o a un hijo por haber creído que hizo algo malo. Se manifiesta claramente un pensamiento distorsionado en el sentido de apresurarse a las conclusiones, o juzgar sin pruebas, lo que despierta un malestar difícil de diluir. He ahí la lección, y será bueno recordar para la próxima vez no ir tan rápido o hacer suposiciones sin fundamento, y procurar basarse en los hechos.

8) Perdónese a sí mismo: Después de aprender la lección deberá aprender a perdonarse a sí mismo(a). Este, no obstante, es un punto particularmente difícil para los perfeccionistas, y adivine qué... los perfeccionistas son rumiadores por excelencia. Julia Cameron escribe sobre esto en "El camino del artista":

"El perfeccionismo es negarse moverse hacia adelante. Es un bucle, un sistema cerrado, obsesivo y debilitante que hace que se quede atascado en los detalles de lo que está escribiendo, pintando o haciendo, y pierde de vista el propósito final. En lugar de fluir libremente y permitir errores menores, se manifiesta más tarde en ideas en las que quedamos parados mientras intentamos concebir los detalles más mínimos. Corregimos nuestra originalidad en una uniformidad que carece de pasión y espontaneidad."

Perdonarse a uno mismo significa concretar los conocimientos adquiridos respecto a nuestros errores, y dejar de lado el resto.

9) Imagine lo peor: Esto podría producir incluso más ansiedad al principio, pero imaginar lo peor en realidad puede aliviar los temores que accionan la obsesión. Por ejemplo, cuando Jorge fue hospitalizado por segunda vez debido a una depresión severa se quedó petrificado de pensar que nunca iba poder volver a trabajar, volver a escribir y aportar algo a la sociedad. Estaba literalmente temblando de ansiedad y pensando en su muerte. Así de severo era su miedo de lo que la enfermedad podía hacerle. Llamó a un amigo y le contó sobre sus temores. "Ajá..." dijo el amigo, "¿y qué?" Jorge, sorprendido, le volvió a explicar hasta el extremo de que podía perderlo todo. "Sí -contestó el amigo- ¿y qué?" "¿No puedes escribir más?... no hay problema; ¿no puedes trabajar más?... no hay problema. Tienes una familia que te ama y te acepta, tienes una amiga que te comprende y te quiere. Aún no has dejado de escribir ni de trabajar y sólo es cuestión de echar un vistazo a tu alrededor para darte cuenta de todo lo que tienes realmente."

En cierta forma, su amiga tenía razón. Jorge mantuvo en su mente lo peor que le podía pasar, pero su amiga lo hizo reflexionar y se dio cuenta que aún seguía de pie, con vida, una vida diferente, sí, pero con vida al fin y al cabo, lo que implicaba todavía muchas posibilidades.

10) Póngalo en espera: A veces es posible obsesionarse con una situación sobre la que no se tiene mucha información. Por ejemplo, la situación delicada de un familiar que recién lo han operado, o el hijo que se va sólo de viaje por primera vez, etc. Entonces, detenga su pensamiento y reflexione: ¿Con cuánta información cuenta hasta el momento? ¿Según esa información, qué plan puede seguir? Si su respuesta es: ninguna o muy poca, se dará cuenta que no tiene sentido preocuparse. Ponga su obsesión en espera, como si fuera un vestido o un aparato electrónico que no se puede dar el lujo de comprar todavía. El artículo seguirá allí, en la vitrina, esperando por usted.

11) Excave en busca de la causa: Con frecuencia el objeto de la obsesión no es el verdadero problema. Esa persona, objeto o situación está enmascarando un problema más fundamental, pero somos demasiado miedosos para enfrentarlo cara a cara. Por ejemplo, un vecino que se obsesiona por colocar una cerca en su jardín trasero porque, a diferencia de la enfermedad incurable de su esposa, sobre la que no tiene ningún control, la cerca sí que puede ser manipulada y arreglada hasta la saciedad. Otro caso es el de una mujer que solía fantasear en el trabajo con un colega a quien le atrajo obsesivamente, casarse y largarse para así huir de la penosa situación que el resultaba mantener a tres niños pequeños y a su madre. Sus obsesiones no eran sobre su colega, sino sobre su necesidad de un poco de diversión y alivio a su situación.

12) Saque el pescado del agua: Todos sabemos lo rápido que una obsesión puede tomar vida propia. Un pequeño problema en un proyecto se convierte en un obstáculo enorme, un gesto de amistad de un amigo se vuelve feo y amenazador, y una pequeña crítica de un colega se convierte en una tesis de 150 páginas acerca de sus defectos e insuficiencias, ya sabe, todo lo que es malo para usted y por qué no debió salir de la cama esa mañana.

Detrás de cualquier obsesión, un gesto, una simple observación o una pequeña dificultad, puede volverse un verdadero problema existencial. Por eso necesita de buenos amigos que le ayuden a separar la realidad de la ficción. En compañía de un buen consejero puede terminar riéndose de sus exageraciones y ver la verdadera dimensión del asunto.

13) Interrumpa la conversación: Aquí es donde un mal hábito puede ser útil. ¿Siempre interrumpe a la gente y no puede evitarlo? ¿Tiene curiosidad por los detalles de la historia de alguien y está ansioso(a) por saber más? Así es como funciona una obsesión en su cerebro, como una conversación trivial: "Es por eso que me odia, y por eso también, ¿no mencioné ya que me odia?... es que, en verdad me odia...”

Lleve a la práctica uno de esos modales groseros: interrumpa la conversación. Ni siquiera tiene que decir: "disculpe". Dentro de su conversación incansable hágase de pronto una pregunta diferente o saque a colación otro tema. Al hacerlo, cogerá la bola de nieve y la lanzará con nuevo impulso y nueva dirección.

14) Permanezca en el presente: Puede que apriete los dientes cada vez que la gente le dice esto, porque es un rumiador del pasado y del futuro por excelencia. Difícilmente pensamos en el ahora todo el tiempo, sin embargo, permanecer en el presente es un concejo certero. Cuando está conectado a tierra, en el momento, no está pensando en las cosas malas que pueden pasar en el futuro, o detenerse en los lamentables errores del pasado.

Para poder "meterse" en su presente, necesita primero poner atención a sus sentidos. Trate de escuchar, por ejemplo, todos los sonidos que ahora mismo le rodean: un pájaro, un perro, un automóvil, o tal vez el tañer de las campanas de una iglesia cercana. Si se da a la tarea de escuchar sonidos reales a su alrededor, no podrá, durante ese tiempo, obsesionarse por sus temores pasados ni futuros. Dedíquele un tiempo a cada cosa que haga, y concentre toda su atención a esa cosa específica.


15) Devuélvaselo a Dios: El último paso es la entrega, como de costumbre. "Muy bien, Dios, ¡me rindo! Toma la sangrienta obsesión de mi..." Si reconoce que los últimos 14 pasos mencionados no le han llevado a donde tiene que estar, y no sabe qué más hacer, dele su mente a Dios y rumee en Él, y deje que lidie con eso. Las obsesiones se arraigan casi siempre en nuestros apegos, así que si podemos pensar en ellos como prestados por Dios, puede que tiendan a ser menos codiciosos y posesivos. De esta manera somos simples administradores de lo que Dios generosamente nos ha dado.