Problemas obsesivos y de ansiedad: La búsqueda de ayuda psicológica

Se deduce que las personas en conflicto tiene el poder de
 curarse a sí mismas en tanto sigan los caminos correctos.
La iniciativa de buscar ayuda psicológica es un paso importante que muchos (la mayoría) no se atreve a dar por una sencilla razón:  tienen duda de su importancia. Es el principio del cambio, y para muchos, un viaje interno del autoconocimiento. Hay ofertas de curación de todo tipo: espirituales, médicas, psicológicas, alternativas... Y de pronto empezamos a sospechar sobre si todo lo que nos ofrecen es lo más adecuado a nuestras circunstancias.
En este artículo menciono algunas de las dificultades que pueden encontrar los usuarios, tanto en sí mismos como en los medios, a la hora de buscar ayuda sobre su problema particular de ansiedad, así mismo, dar algunos tips para evitar en lo posible un largo y frustrante peregrinaje.

La negación a buscar ayuda psicológica

Uno de los principales motivos de por qué las personas se niegan a buscar ayuda psicológica se relaciona con el miedo de ser catalogadas de “locas” o el miedo a hablar con alguien extraño de sus síntomas peculiares, tal como ocurre en afecciones como la del TOCH. Por otro lado, las personas también se niegan a buscar ayuda debido a un profundo sentimiento de frustración y desesperanza. No creen que haya cura para su mal, consideran que su problema es algo único que deben solucionar por sí mismos, y si bien encuentran oferta suficiente, pueden no considerarla competente.
Según Monnica Williams (autora de Homosexuality anxiety: A misunderstood form of OCD, 2008), muchas personas con el trastorno obsesivo-compulsivo escogen sufrir en silencio dicha enfermedad (TOC o TOCH), a pesar de que es un trastorno típicamente tratable.
En 2002 se publicó un estudio a gran escala realizado por la NADSD (National Anxiety Disorder Screening Day) con una muestra de 14,860 participantes en el que se constató que poco menos de la mitad de los adultos con TOC nunca han recibido tratamiento, a pesar de que la mayoría experimenta una significativa interferencia de sus actividades diarias. Se descubrió también que más de tres cuartas partes de las personas afectadas también presentan una depresión comórbida y/u otro trastorno de ansiedad, y aprox, un cuarto tiene pensamientos suicidas recurrentes (Goodwin, et al., 2002).
Así pues, podemos decir que muchas personas, a pesar de vivir en condiciones precarias no buscan, o se niegan a buscar, ayuda profesional competente. En cambio, algunos intentan como primera opción solucionar su problema por medio de la autoayuda. El Internet, en este sentido, juega un papel importante. Sin embargo, no todos logran dar con el material o contenidos adecuados que puedan orientarlos en la dirección correcta. Se habla pues, de que hay mucha información en la red que, lejos de ayudar al usuario, lo confunde más, haciendo que su peregrinaje en busca de la cura sea muy frustrante, o francamente inútil.

El peregrinaje en busca de ayuda competente

Krause Jacob y cols. (1994) indagaron sobre el proceso (camino) que sigue una persona afectada por algún trastorno psicológico desde su perspectiva y necesidades al momento de decidir buscar ayuda profesional. El estudio, basado en una investigación previa de Krause Jacob (1992), divide la consecución de ayuda en dos etapas principales: a) cuando la persona se ha dado cuenta que tiene un problema y ha enfrentado sus propios límites para solucionarlo, y b) en su frustración, toma la decisión de buscar ayuda profesional y decide actuar en busca de una institución o profesional competente.
Durante la primera etapa, cuando las personas ya han identificado claramente sus dificultades, o se sienten gravemente perturbadas, hay un intento de automedicarse, un intento de curarse por los propios medios. La búsqueda de información en Internet (como ya se mencionó) se vuelve, inevitablemente, en la primera opción. Sin embargo, muchas personas no logran resultados positivos después de los primeros intentos, ya sea porque la información que encuentran es muy general, incompleta, o bien, si encuentran un libro práctico o servicio adecuado, este se encuentra en un idioma que no domina del todo. Sea cual sea la causa, puede venir al final una gran frustración.
Si este es el caso, más adelante, las personas pueden pasar a la siguiente etapa, y deciden buscar ayuda con personas cercanas, ya sean familiares o amigos. Sin embargo, el tema de “lo confidencial” aquí se vuelve peliagudo, ya que compartir intimidades personales con un familiar puede, en muchas ocasiones, volver las relaciones tensas, principalmente cuando la causa del problema es justamente la relación con otro familiar. Hace falta a veces mucha sangre fría y ser neutro en cuanto a las opiniones (libre de prejuicios). Alguien por ahí puede recomendar a un profesional o de alguien que ha oído hablar. No obstante, todas estas alternativas no garantizan resultados positivos o duraderos. En afectado en este sentido se encuentra solo en el camino.
Si la ansiedad continúan (y este puede ser el caso), la persona acudirá muy probablemente a una clínica médica o servicio de emergencia, lo cual podría marcar el verdadero inicio de la peregrinación, según indica el estudio de Krause.
La crisis emocional (ya sea un ataque de pánico o niveles de angustia y ansiedad muy elevados) es el detonante que motiva en muchos la búsqueda de ayuda profesional. Sin embargo, hay que hacer la diferencia entre aquellos que buscan ayuda durante una crisis, y aquellos que la buscan antes de entrar en crisis. La persona en crisis es aquella que ha llegado al límite de sus posibilidades, y tiene, por lo general, menos probabilidades de encontrar la ayuda apropiada a su situación, aún después de varios (a veces numerosos) intentos de autoayuda. Esto puede deberse, entre otras cosas, a la falta de formación educativa en general. En cambio, aquellos que buscan con antelación, es decir, antes incluso de entrar en estado de crisis (generalmente personas con mayor educación), pueden, más fácilmente, llegar al servicio apropiado, al mismo tiempo que encontrar un servicio más de acuerdo a sus posibilidades económicas. Aquellos que, por otra parte, en ninguna ocasión (antes, durante o después de la crisis) buscan ayuda, tiene, claro está, altas probabilidades de intento de suicidio.
Las personas en crisis y de urgencia inmediata son quienes, en consecuencia, terminan en los servicios de asistencia general, y quienes se exponen a ser transferidos (o no) a un profesional o servicio asistencial inadecuado a su problema. Muchos, incluso, son dados de alta sin haber siquiera encontrado antes una solución a su problema.
Los servicios de asistencia médica son los centros que reciben la mayor parte de pacientes con problemas personales de carácter psicológico (aprox, el 88% de los casos) (Guri, 1967, y citado en Bergold, 1990). Esto ocurre normalmente en aquellos casos que buscan ayuda asistencial por primera vez y sugiere que gran parte de las personas con problemas psicológicos nunca llegan realmente a tratar con una asistencia psicosocial apropiada a sus necesidades. Por el contrario, son medicalizados, y muchas veces, lejos de resolver sus problemas psico-emocionales, los empeoran a largo plazo. Por supuesto, este comportamiento tiene que ver también con la concepción subjetiva que cada persona tenga de su situación emocional actual. Se pueden nombrar, por ejemplo, los prejuicios de tipo: “no voy al psicólogo (psiquiatra) porque no estoy loco...” (esa concepción, sin embargo, está cambiando en la población actual).
El servicio médico, históricamente, ha tenido a cargo el área de salud, y es natural que las personas tiendan a pensar en un médico antes que en un psicólogo para solucionar sus problemas emocionales. “Un trastorno psicológico con alteraciones somáticas asociadas puede legitimar más al consultante que aquel que permanece en la esfera de lo psíquico.” (Krause Jacob y cols. 1994). No obstante, las personas hoy día están más informadas, y en ese respecto han superado sustancialmente sus prejuicios a las enfermedades puramente psíquicas.

En busca de un profesional competente

¿Quién es pues la persona capaz de ayudarnos a solucionar nuestra crisis emocional, o mejor aún, a encontrar un equilibrio de adaptación?
Hay varios indicadores a tomar en cuenta. Uno de estos tiene que ver con el hecho de cómo evaluamos la ayuda que nos ofrecen. Es decir, la manera como percibimos la competitividad de la ayuda para solucionar nuestro problema específico. Esta valoración de competencia está directamente relacionada con nuestros principios y valores, y deberá haber cierto consenso de las partes (tanto del profesional como de quien busca ayuda) para que se de la relación terapéutica adecuada.
Entendemos que la parte que ofrece la ayuda deberá reconocer su compromiso sobre la situación. Puede darse así el caso de que un profesional (por ejemplo un médico) declare no ser competente a la solicitud de ayuda debido a la naturaleza del problema (e.i., ausencia de síntomas físicos), y nos refiera tal vez con un psicólogo o psiquiatra (menos del 20% de los casos según los estudios), mejor adiestrado en esos conflictos. Sin embargo, puede que nosotros consideremos al psicólogo o psiquiatra incompetentes para encontrar la explicación biológica, de la que creemos es la causa del problema. La situación, por supuesto, puede también darse al revés, en que el profesional considere un problema fisiológico que contraste con nuestra creencia y percepción psicológica de la etiología.
Muchos problemas de ansiedad conllevan a enfermedades físicas perfectamente identificables (p. ej., colitis ulcerosa, problemas en la piel, hipertensión, úlceras gastroduodenales, colon irritable, asma, afecciones coronarias o alteraciones del sistema inmune entre otras [Koh, 1998]). Hay quienes sostienen que más del 90% de los enfermos internados en hospitales llegaron allí debido originalmente a un problema psicológico, principalmente relacionado con la ansiedad. Esto sucede cuando la ansiedad (generalmente de carácter crónico) se somatiza y se hace evidente en el cuerpo, con lo cual el profesional de la salud, principalmente los médicos, aconsejen tratamiento médico y farmacológicos en lugar de una psicoterapia o tratamiento psico-emocional.
Es importante también tomar en cuenta que los profesionales, por ej., médicos, psiquiatras o psicólogos, manejan modelos distintos en cuanto a la explicación de las enfermedades se refiere (p. ej., tener un enfoque predominantemente biológico, o predominantemente psicológico o de relación social-emocional). Por lo tanto, concluimos que en tanto el paciente no esté de acuerdo con el modelo determinado que emplea el profesional, difícilmente se producirá un tratamiento válido y productivo en la relación.
Nuestras expectativas sobre la relación terapéutica no se limitan sólo a estar o no de acuerdo a un plan de curación determinado, también tienen que ver con otros factores, como con el compromiso de curación. Así, por eje., suponemos, como primera instancia, que el profesional (sea psicólogo, psiquiatra o sanador) tiene la obligación y responsabilidad de curarnos de nuestra afección en particular. Sin embargo, esta es una visión unilateral y equivocada de la relación de ayuda. Si bien el profesional se compromete a prescribir un cierto tratamiento (terapia o medicamento), el afectado debe también comprometerse a seguir las indicaciones prescritas. Las tareas y “deberes para casa” en la terapia cognitivo-conductual (Beck, Freeman, 2005) (o racional-emotiva) reconocen bien este lado de la moneda. En consecuencia, los cambios y beneficios psico-emocionales son también producto del trabajo y esfuerzo del paciente, quedando en el profesional la responsabilidad de dar guía y supervisión a los esfuerzos realizados. En otras palabras, es el paciente (la persona quien busca ayuda) quien realmente encuentra su propia curación a través de seguir ciertos procedimientos sugeridos por el especialista.
En psicología se habla mucho sobre la capacidad del cliente para procurar su propia curación. Se habla del poder de la mente como arma de dos filos. Se sabe ya desde mucho tiempo atrás que el poder que ejerce la sugestión en nuestras vidas –tema para otro post–, es clave para explicar el fenómeno de curación, así como para explicar la enfermedad y malestar emocional. Se habla ahora de autoayuda, de autocuración, etc. La persona en conflicto, el cliente que busca ayuda (usted, yo, cualquiera), se deduce que tiene el poder de curarse a sí mismo en tanto siga los caminos correctos.

Internet: una alternativa para encontrar alivio en los demás

Los usuarios que buscan ayuda en la Internet, por lo general, desconocen el origen o causas de sus alteraciones (físicas o psíquicas), reconocen algunos síntomas y tratan de informarse sobre cuál podría ser la enfermedad o afección que padecen, es decir, se hacen un auto-diagnóstico basado en la intuición. Bajo estas condiciones se deduce cierta probabilidad de error.
La actitud del usuario es estar abierto a casi cualquier oferta de curación que aparezca en la red. A pesar de que no todas las ofertas de curación son válidas a todas las personas y de que cada persona requiere de un tratamiento especial debido a su particular situación existen, existen ciertos elementos de ayuda que son aplicables a cualquiera. Uno de estos elementos se relacionan, por ej, con una identificación del problema en otros, es decir, encontrarse con otros usuarios que padecen más o menos las mismas dificultades y conformar así, aunque de manera informal y casual, un foro o grupo de apoyo cibernético.
Las personas que se unen a un foro o grupo de apoyo pueden adquirir ciertos beneficios como aclarar y ampliar la información que se tiene sobre la propia afección, salir del aislamiento a la hora de comunicarse con otros usuarios, conocerse mejor a sí mismos a través de la experiencia de otros, dar apoyo a otros (se sabe que al dar apoyo a otros es una forma eficiente de comprender mejor la propia condición), obtener información (tanto de la afección en particular como de otras fuentes de ayuda en general). Entonces, a través de un foro o grupo de apoyo virtual las personas pueden ciertamente corroborar sus síntomas o auto-diagnóstico: “sí, eso es justo lo que me pasa a mi también...”
A pesar de todos estos beneficios, muchas personas desisten, ya sea porque no logran contactar foros o grupos de apoyo relacionados específicamente con su malestar, o porque, si los encuentran, no logran dar con el tratamiento y la cura adecuados y ajustados a sus condiciones particulares. Los foros de ayuda apoyan emocional y moralmente a los usuarios, sin embargo, este apoyo es sólo uno de varios factores en la terapia de cualquier afección psicológica. Para lograr cambios profundos y duraderos en la vida real, necesitamos algo más que levantarnos la moral, necesitamos un procedimiento consistente qué seguir para lograr cambiar los hábitos de pensamiento, emocionales y conductuales que están provocando nuestra infelicidad actual. Y eso sólo es posible siguiendo ya un curso (libro o manual) completo y bien orientado, ya una terapia presencial con un profesional adecuado.
PD. Siempre estará en nosotros la decisión de cambiar nuestra vida.

REFERENCIAS:
Goodwin R, Koenen KC, Hellman F, Guardino M, and Struening E. (2002). Helpseeking and access to mental health treatment for obsessive-compulsive disorder. Acta Psychiatr. Scand., 106: 143–149.
Koh, K.B. (1998). Emotion and inmunity. J. Psychosomat Res, 45, 107-115.
Krause Jacob, M., Uribe, R., Winkler, M.I, y Avendaño, C. (1994) Caminos en la búsqueda de ayuda psicológica. Psykhe, 3: 211-222.
Williams, M. (2008) Homosexuality anxiety: A misunderstood form of OCD. Editor: Lennard V. Sebeki, pp. 195-205.