La conducta inadaptada en la niñez y adolescencia

El progreso y el desarrollo son imposibles
 si uno sigue haciendo las cosas tal y como
 siempre las ha hecho.
Wayne Dyer
Los problemas de conducta en la niñez o adolescencia pueden surgir de varias formas, por ejemplo, como déficit de atención, hiperactividad, comportamiento agresivo, trastorno de ansiedad, depresión, anorexia o bulimia. Estos trastornos no son excluyentes y no pocas veces pueden combinarse entre sí y conformar cuadros más complejos. Tampoco son exclusivos de la niñez y la adolescencia, ya que pueden presentarse también en los adultos.

Si existe una sospecha de la presencia de cualquiera de estas situaciones, lo recomendable es consultar con un experto lo antes posible (psicólogo infantil, clínico o psiquiatra) y hacer una evaluación correspondiente. Hay que considerar que si bien estos problemas se originan por dificultades personales, a veces son la consecuencia de dificultades familiares, incluyendo la separación de los padres, muerte de un familiar, o problemas en el rendimiento académico o la interacción escolar, etc.

La actitud que adopta un niño puede hacer sentir a los padres responsables de esta. Por lo general, los padres suelen sentirse culpables al percatarse de que su hijo presenta un comportamiento inaceptable o problemático, ya que tienen en sus manos la decisión si acudir o no a un especialista.

A veces el problema es lo suficientemente grave para buscar ayuda profesional, pero ¿cómo saber cuándo es lo suficientemente grave? En algunos casos, los padres deciden intervenir actuando según su criterio y sentido común, aplican ciertas reglas disciplinarias o intentan hablar directamente con el niño para “aclarar la situación” y llegar a un acuerdo, sin embargo esos intento en ocasiones pueden incluso empeorar las cosas. A veces esa dificultad sólo requiere de una simple estrategia como “no hacerle caso al niño por un tiempo” para que desaparezca la conducta indeseable, tal como ocurre con las situaciones de berrinche. Otras veces, los problemas de conducta son más fácil de tratar con los niños que con los adolescentes debido a que sus patrones de comportamiento y estilos de interacción (en el niño) todavía no están bien establecidos y pueden “corregirse” en cierta medida.

Los problemas psicológicos de este tipo pueden afectar significativamente el desarrollo normal del niño ya que retrasan el proceso de aprendizaje académico y social. A pesar de estas limitaciones, muchos (la mayoría) no reciben tratamiento adecuado sino hasta la aparición de una crisis, es decir, cuando el problema en sí es ya bastante grave y profundo. Pero llegar a este punto implica otras complicaciones, debido a que el tratamiento (o recuperación) se vuelve más difícil. Una de las grandes dificultades es el hecho de que se le vea al niño como “un problema”, y se le etiquete como “ansioso”, “agresivo”, “hiperactivo”, etc. Esto no sólo estigmatiza al niño o adolescente en una supuesta clasificación, sino también limita la comprensión plena de su situación y disminuye su autoestima.

La “suerte” que tenga un niño de ser tratado adecuadamente y a tiempo va a depender de ciertos factores. Entre estos está la “visibilidad del problema”. Así, por ej, si Juanito presenta un cuadro de déficit de atención, y tiende a aislarse o a justificar (tal vez muy ingeniosamente) sus bajas calificaciones por un sentimiento de culpa, puede que su problema pase desapercibido y no sea diagnosticado a tiempo; mientras que a Julia, quien es sumamente extravertida, hace bulla todo el tiempo y molesta a sus compañeros, se le diagnostique casi de inmediato el problema de conducta perturbadora. En otras palabras, la visibilidad del trastorno va a determinar en parte la prontitud o retraso de la atención recibida. Hay quienes, no obstante, nunca llegan a recibir un tratamiento, llegando incluso a la edad adulta.

A pesar de esto último, la mayor parte de los problemas psicológicos de este tipo en la niñez o adolescencia son diagnosticados tarde o temprano debido a que si bien hay casos que no levantan sospechas al principio, la permanencia en un estado inadecuado del desarrollo se ará notar de una u otra manera, ya sea por una crisis aguda, o por la visibilidad patológica característica del trastorno. Que se trate correctamente el problema es otro asunto.

Los puntos importantes a observar en un niño o adolescente con problemas psicológicos de este tipo son: a) aptitudes sociales, b) aptitudes emocionales, y c) aptitudes cognoscitivas. Todos estos factores se relacionan también entre sí, son interactuantes y ayudan al niño o adolescente a adaptarse correctamente a su medio. Cada etapa de desarrollo es base para la siguiente, de manera que si una etapa no es superada adecuadamente, el desarrollo prácticamente se detiene o continúa de forma indeseable, hasta que esa etapa en particular (período o habilidad específica) sea rehabilitada. De aquí el famoso dicho de: “árbol que nace torcido...”. Una habilidad alcanzada sirve de peldaño para lograr la siguiente, y así a lo largo de todo el desarrollo psicológico básico.

Una aptitud social, por ej, va cambiando de patrón y de forma. Con el tiempo y la experiencia, se va volviendo cada vez más sofisticada, como una escultura que va adquiriendo paso a paso su forma final. Sin embargo, no todo mundo va a desarrollar una aptitud social tan refinada. Los que lo hagan, probablemente, más allá de superar sus períodos de niñez y adolescencia normales, muestren ciertas habilidades para ese campo en particular, prefiriendo especializarse en una carrera política, de negocios o comunicación. Otros, que no han mostrado esa especial habilidad pero sí una facilidad o gusto por la aptitud cognoscitiva, probablemente destaquen, como profesionales, en una carrera más técnica que exija un cabal manejo de datos e información. Hay quienes, por otro lado, dedican su vida a carreras específicas intentando compensar su falta de desarrollo en una aptitud determinada.

Pero fuera de estas consideraciones, las aptitudes sociales, emocionales y cognitivas deben, a lo largo de la infancia, alcanzar cierto nivel general de desarrollo, imprescindible para cualquier cosa que se haga en la vida adulta. A este sentido me refiero cuando hablo de desarrollo psicológico básico.

Un desarrollo patológico implica, por tanto, una falta del crecimiento e integración de estas aptitudes. Debido al papel tan importante que desempeñan las primeras aptitudes en las posteriores, un desequilibrio temprano sin un tratamiento adecuado puede dar como resultado el surgimiento de un desequilibrio mucho más grave años después, o incluso en la edad adulta.

Un comportamiento antisocial y desinhibido, así como los problemas de lectura severos en los niños, con frecuencia se correlacionan con trastornos en la edad adulta. Problemas durante la niñez como timidez, temores, tics, nerviosismo, hipersensibilidad, defectos del lenguaje y reacciones de ansiedad pueden provocar menos efectos discernibles en el desarrollo posterior. Sin embargo, ya que los adultos que tenían estos problemas en la niñez quizá se describan por lo menos como levemente inadaptados en comparación con las personas promedio, la intervención durante la niñez puede aumentar la felicidad en la edad adulta.

El grado de gravedad de los trastornos psicológicos que afectan a los niños o adolescentes puede ser grande. Algunos de estos aparecen exclusivamente en la niñez, otros pueden hacerlo también en la edad adulta. Trastornos como la esquizofrenia o la depresión severa son raros en la niñez pero incluyen comportamientos anormales en cualquier etapa del desarrollo. Otros trastornos, como las fobias en los primeros años de la niñez pueden representar exageraciones de las tendencias normales del desarrollo. También existen trastornos mucho más severos como el retraso mental y el autismo, en los que el infante no se desarrolla normalmente durante largos períodos, haciendo que las expectativas de cambio o recuperación sean muy reducidas.


REFERENCIAS:

Lemos, S.G. (2003). La psicopatología de la infancia y la adolescencia: Consideraciones básicas para su estudio. Facultad de psicología. Universidad de Oviedo. Papeles del Psicólogo (www.papelesdelpsicologo.es/vernumero.asp?id=1075).
Rutter, M. & Hersov, L. (1985) Child and adolescent psychiatry: Modern approaches. Oxford, Inglaterra: Blackwell Scientific Publications.
Sarason, I.G. & Sarason, B.R. (2006). Psicopatología: Psicología anormal: El problema de la conducta inadaptada. Prentice Hall, 11va, ed. Mexico.