Estabilidad de la personalidad a lo largo de la vida

La conducta del recién nacido es como el prefacio de un
 libro, no el índice del contenido.
¿Qué tan estable son nuestras cualidades? ¿Es posible afirmar que esas cualidades que tuvimos de pequeños siguen existiendo en la adolescencia o edad adulta?

Cuando los padres del niño dicen que su hijo es sumamente amigable, tímido o curioso con los demás, ¿estarán prediciendo su personalidad en la vida adulta? ¿Qué tan cierto es esto?


El contenido específico y la estructura de los rasgos básicos que describen la personalidad pueden variar mucho de un teórico a otro, no obstante existe ciertas concepciones o características generales muy similares. Se ha reconocido la existencia de rasgos superficiales, de naturaleza más variable, y rasgos subyacentes de naturaleza más básica o fuente de la personalidad.

No cabe duda que “el cambio” es la regla del juego, no la excepción. Pero dentro de esos cambios y variaciones es posible detectar ciertas generalidades que lo determinan y hacen evolucionar la personalidad a lo largo de la vida.

Sin duda, las personas cambian ya no sólo con el paso del tiempo (ejemplo de ello son las diversas teorías evolutivas como las etapas que postularon Erikson o Piaget), sino también por las circunstancias fortuitas o extraordinarias. El rasgo “curiosidad” en los niños y adolescentes, sin duda ha cambiado nuestra forma de ver el mundo. Sentir curiosidad por conocer o entender algo es bueno, pero satisfacerla casi de inmediato con sólo teclear unas cuantas palabras en un motor de búsqueda le cambia el sentido a las cosas. Nuestro esfuerzo se ha visto disminuido significativamente (ya no es necesario ir a la biblioteca de la escuela o universidad para realizar nuestra investigación), pero al mismo tiempo eso hace que incremente nuestro interés sobre el tema en cuestión, agregando así una mayor dinámica y pluralidad de temáticas. El problema es cuando empezamos a creer que que todo debe darse sin esfuerzo, incluyendo las amistades o satisfacción de curiosidades, lo cual puede llevar también a la aparición de nuevos problemas.

No podemos negar que estos eventos cambian, no sólo el sentido de la vida sino nuestra forma de ser. Los gustos deben compartirse con personas a muchas millas de distancia, no con el vecino con el que antaño se hacía amistad inseparable. Las amistades, de pronto, ya han dejado de ser tan profundas porque... “para decírtelo tengo que escribirlo por Internet...”. Los lazos de amistad ya no tienen tanto que ver con ese sentido de la camaradería, sino con “qué me gusta”, “qué busco”, “qué me conviene”, “qué quiero”, “cuántos amigos tengo” y “cómo puede ser más práctico y económico”, etc.

Los niños evolucionan (se desarrollan) con un dispositivo en la manto y viendo una pantalla gran parte de su tiempo. ¿Cómo afectará ese comportamiento en un futuro la interacción y desarrollo emocional entre las personas? ¿De verdad llegará ese día en que nos volvamos autómatas, una simple extensión de la programación digital?

¿Puede el comienzo predecir el futuro?


Los investigadores (antes de la era digital) encontraron algunas conexiones importantes de cambio entre la etapa prenatal y la niñez temprana. Por ejemplo, se dieron cuenta de que los niños recién nacidos que reaccionaron con menor intensidad a ciertos estímulos, como la estimulación táctil, o que tenían un ritmo cardíaco bajo, eran propensos a mostrar cualidades positivas de personalidad dos o seis años más tarde.

Aquellos recién nacidos con baja sensibilidad a la estimulación táctil mostraron un comportamiento más eficaz en cuanto a la capacidad motriz, inteligencia verbal, juego imaginativo, así como mayor capacidad para manejar situaciones y personas desconocidas. Por su lado, los prenatales con un ritmo cardíaco más lento eran más hábiles en su niñez con las capacidades de comunicación verbal, madurez social, juego exploratorio, etc.

Por el contrario, una alta sensibilidad en la piel, así como una elevada tasa respiratoria en el momento de nacer, parecen estar relacionadas con poca iniciativa y un escaso interés en la participación social. A pesar de estos hallazgos, las relaciones entre los recién nacidos y formas de conductas posteriores son, en realidad, una excepción a la regla. Casi todas las relaciones examinadas resultaron inexistentes y, en general, se descubrió que las asociaciones no son muy fuertes.

Se puede decir que existe cierta conexión entre las cualidades de un recién nacido y las características que se exhiben más tarde en la vida, pero en casos individuales no se puede predecir con certeza las características posteriores a partir de las respuestas del neonato.

Es como si la conducta del recién nacido sea más bien el prefacio de un libro y no el índice del contenido. Además, el prefacio sería como un simple boceto general por el que se pasa de manera muy superficial. Desde luego, es posible tener cierta idea del contenido del libro cuando se lee el prefacio, pero esa idea está codificada y considerarla como algo profético resultará en decepción.

Conforme se pasa del “prefacio del libro” a los primeros capítulos, es decir, los primeros años de la vida, las continuidades en el desarrollo se vuelven cada vez más evidentes. Por ejemplo, los niños que a los tres años son más activos, con iniciativa, agresivos, competitivos, comunicativos, etc., son los que tienen mayores probabilidades de poseer un poco más de esas cualidades posteriormente en su desarrollo.

En general, las relaciones entre las cualidades de un niño de, por decir algo, cuatro y ocho años, pueden ser muy complejas e indirectas. No obstante, el análisis profundo de los patrones de conducta indica que, con el tiempo, emergen hilos significativos de continuidad. Así pues, las características de la infancia pueden relacionarse, al menos en cierto grado, de modo coherente con la conducta y los atributos posteriores del individuo.

No cabe duda que las experiencias que se adquieren en las “primeras páginas del libro” afectan lo que sucede en las páginas posteriores, aunque esas experiencias iniciales no impidan la posibilidad de que más adelante haya un cambio genuino, o bien, provocado por una situación extraordinaria.

La cantidad de estabilidad o cambio a través del tiempo varía según el tipo de características y las diferentes experiencias que se tienen en los diversos puntos del desarrollo.


REFERENCIAS:

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