Tipificación sexual: Los papeles asignados

Las personas no están biológicamente predispuestas
 para adquirir un rol sexual determinado, este sólo
 puede complementarse con el aprendizaje de valores.
(Barry y cols.)
El término tipificación hace referencia al proceso de adquisición de valores sociales. La tipificación sexual, por tanto, se refiere a la adquisición de valores y motivaciones aceptados culturalmente como masculinos o femeninos.

Este proceso de culturización sexual empieza generalmente durante la infancia, en el momento en que los niños empiezan a ser tratados de manera distinta debido a su sexo. Es decir, las personas empiezan a ser etiquetadas de acuerdo a su sexualidad biológica.

Los adultos encargados de la crianza del niño(a) (progenitores o suplentes) refuerzan o desincentivan ciertas actitudes relacionadas culturalmente con la actividad y rol sexual. Estas actitudes, por supuesto, están influenciadas por los valores de quienes depende el niño, y hacen lo que se supone es lo correcto para educarlo(a) según ha sido la costumbre o tradición.


Entonces, el comportamiento del infante se ve moldeado de acuerdo a las expectativas sociales esperadas y aceptadas según correspondan estas a los hombres o a las mujeres respectivamente. A través de los años, es decir, durante la niñez y gran parte de la adolescencia, los individuos normalmente van incorporando poco a poco estos comportamientos y haciéndolos propios.


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Los valores típicos en la cultura occidental y latinoamericana que se aplican a los hombres se relacionan con el control, la independencia, asertividad, competitividad, agresión y manipulación de su entorno. Los valores típicos de la mujer se relacionan con el involucramiento pasivo, la dependencia, el acogimiento emocional y la ausencia de agresividad, entre otros.

Como se puede observar, parece existir siempre en las definiciones de este tipo de valores una contraposición entre lo masculino y lo femenino, es decir, una clasificación de opuestos, como si los opuestos fueran a darnos una certeza de la realidad. Sin embargo, en el día a día, este tipo de clasificaciones o etiquetas se desvanecen en medio de la diversidad colectiva, porque si bien hay mujeres, por ej, que son dependientes y poco agresivas, estos atributos ciertamente no definen a una gran parte de la población femenina, en donde más bien se encuentra una variedad mucho más amplia de valores y actitudes.

Sin duda, existe una tendencia muy fuerte de generalizar y adecuar los roles sexuales tipificados según la biología del individuo, osea, su sexo de nacimiento. No obstante, el hecho de que se haya demostrado (según Barry y cols, 1957) que estos roles sean diferentes en otras culturas, indica que las personas no están biológicamente predispuestas a adquirir estas asignaciones tradicionales.

Es evidente que un aspecto importante en la adquisición del rol sexual está relacionado con el contexto histórico en el que la cultura ha desempeñado estos papeles específicos. Se puede decir que, incluso, hay evidencia del hecho de que cuando una cultura cambia, también cambian las expectativas del rol sexual. Un ejemplo claro de esto es el ahora muy conocido “movimiento feminista”, considerado un intento de cambiar los roles sexuales tradicionales, y que ciertamente ha logrado transformar parte del contexto cultural. Muestra de ello es que hoy día, las actividades masculinas o femeninas se diferencian menos entre sí de como era a mediados del siglo pasado. Un claro ejemplo se puede ver en el incremento de hombres que buscan tratamientos estéticos como el cuidado de la piel; y en el sentido femenino, podemos ver presidentes o empresarios mujeres, cada vez más populares y que, lejos de mostrar una imagen de dependencia y sumisión (como valores tradicionales asignados a la mujer), se muestran independientes y dignas de tomar el control de la situación.

Existe una postura opuesta a la perspectiva cultural anterior, y se refiere a la tesis de que al menos algunas diferencias sexuales del comportamiento tienen una base biológica. Un defensor conocido de esta postura es John Money (1960), famoso por sus experimentos con laidentidad sexual. Según estos investigadores ciertamente existe una influencia biológica (por ej, de la producción hormonal) sobre el comportamiento (por ej, agresividad) que termina siendo tipificado sexualmente.

Sin importar quién o qué teoría o postura pueda dar la mejor explicación al problema de la tipificación sexual, la evidencia muestra que lo social, más que ser un determinante, es un factor que interacciona con lo biológico, y ambos se complementan para formar las actitudes que en la madurez mostrará el individuo. En conclusión se puede decir que la tipificación sexual es una suma de factores sociales y biológicos que se dan a través del tiempo, y pueden cambiar de una generación a otra principalmente a través del cambio social.


REFERENCIAS:
Barry, Herbert A., M. K. Bacon, and I. L. Child (1957). A Cross-Cultural Survey of Some Sex Differences. Socialization. Journal of Abnormal and Social Psychology, 55: 327–332.
Draper, P. (1975). Cultural pressure on sex differences. University of Nebraska. Anthropology Faculty Publications.
Maccoby, E., & Jacklin, C. (1974). The psychology of sex differences. Stanford, CA: Stanford University Press.