Instintos, impulsos y voluntad: Qué son y cómo funcionan

Todas las conductas que conducen a la realización de una finalidad biológica son conocidas como comportamiento instintivo. Según la tradición, hay dos instintos principales: los de conservación individual y los de conservación de la progenie.

Instintos


La finalidad fundamental de los instintos es conservar la vida. Los instintos de conservación individual refieren al instinto del yo y los de conservación de la progenie a los instintos sexuales, según el psicoanálisis.


Al parecer, siempre ha reinado gran confusión en cuanto a la diferenciación de los instintos y el comportamiento instintivo. Se hace mención de muchos tipos de instintos como el instinto social, de conservación, o de poder, sin aclarar realmente su verdadera procedencia.

Puede que los instintos animales están mucho más determinados que los del hombre, es decir, más rígidos y acentuados. Por ej, Bergson dice que en la evolución filogenética la aparición del comportamiento inteligente humano se hizo a costa de un deterioro de los comportamientos rígidos instintivos.

Parece ser que la característica humana de plasticidad extrema, en comparación al resto de animales, es propiciada por el grado elevado de inmadurez en que nacemos los humanos. De esta manera, el comportamiento instintivo sólo es matizado, empleando como herramienta principal de adaptación nuestra inteligencia. Según Bergson, al nacer, los instintos per se no nos defienden o adaptan a nada, sino es a lo largo del desarrollo como vamos realmente aprendiendo y conformando nuestras capacidades adaptativas. De ahí se explica las grandes diferencias entre los pueblos y culturas, así como la gran versatilidad de expresión y estrategias.

El comportamiento instintivo humano implica toda una especial manera de ser psicosomática. Aunque antes era normal hablar del instinto sexual humano para hacer referencia a las conductas sexuales instintivas, hoy se sabe que la fase genital es el último estadio del desarrollo libidinoso, y la configuración final que adquiere cada persona dependerá del tipo de conflictos que haya vivido en su pasado y la manera como los haya solucionado.

Impulsos


Los impulsos, por otro lado, se refieren a las tendencias del accionar de un individuo carentes de una finalidad biológica, es decir, de un sentido de adaptación al medio. El actuar impulsivo no es el resultado de un razonamiento, sino más bien el de una “fuerza interior impuesta”. Se presentan de manera instantánea o sin aviso previo, lo que hace casi imposible controlarlos.

Puede que los impulsos en sí mismos carezcan de sentido a primera vista, sin embargo, desde un análisis más profundo, responden a una finalidad precisa. Desde el punto de vista de la psicología profunda, será necesario entonces ver aquellos desde una problemática consciente e inconsciente de la persona para poder entender los motivos últimos que los provocan.

Voluntad


En el extremo opuesto tenemos la voluntad, el acto volitivo, que implica una decisión referente a unos fines previamente propuestos. Durante mucho tiempo, la voluntad de actuar se consideró una especie de apetito intelectual, ya que aparece sólo cuando hay un conocimiento previo. El atributo por excelencia a esta voluntad se llama libertad, libertad de actuar, y por lo que refiere a un acto reflexivo dispuesto a conseguir una meta determinada.

Entre todo esto hay una comprensión lógica y evidente, pero que no siempre es así. La lógica en el actuar humano no siempre es tan evidente, y lo que una intención voluntaria puede buscar no siempre resulta en lo esperado. En otras palabras, las finalidades del consciente a veces no son las mismas que los “propósitos” del inconsciente. Y he aquí la explicación express de por qué a veces no actuamos como quisiéramos.

De manera pues que los actos instintivos, impulsivos y voluntarios son sólo superficialmente diferenciables, ya que se mezclan e influencian entre sí, unos con intenciones justamente contrarias a los otros.

Aunque todos estos comportamientos provienen del interior del individuo, es claro que también deberíamos incluir en la trama influencias exteriores a la persona. Un ejemplo de esto refiere a la sugestión, cuando una persona es influida por otra, o por un acontecimiento externo. La psique no reacciona al deseo o impulso interior, sino a la impresión que recibe del exterior. Esta influencia externa es lo que muchos llaman “contaminación psicológica inconsciente”, y podemos aprender a identificarla.

Los problemas psicológicos (psicopatológicos) no son independientes de las emociones. Hacer una diferencia entre lo afectivo y lo impulsivo, o con lo instintivo, si bien puede ser eficiente para la instrucción teórica, en la práctica resulta una figura hipotética e inexistente, ya que son solo fuerzas psíquicas que se influencian mutuamente y en todo momento intercambiables.

En conclusión: nos sentimos afectados por la manifestación vivencial de las motivaciones y los instintos, pero también estas manifestaciones son consecuencias de la misma afectividad. Es decir, son los mismos procesos psicológicos, pero vistos desde dos puntos de vista diferentes.

REFERENCIAS:

Bergson, H. (1959). Evolución creativa. 86 ed., París, P.U.F.

Caruso, I.A. (1964). La personalización: Biología y sociedad. Bogotá.