Muchas personas
narcisistas son bastante exitosos en sus vidas, pero resulta difícil
tratar con ellos.
Creo que debemos
hacer una diferencia entre lo normal y lo patológico. Para empezar,
sabemos que la cultura hoy día bien podría llamarse “narcisista”,
con millones de personas tomándose selfies,
subiendo vídeos a YouTube y posteando a diario sobre sus actividades
y logros en Facebook.
Sin
embargo, cuando hablamos de “narcisistas puros”,
si bien cabe el término, hablamos de una especie aparte.
Si bien podemos afirmar que todos tenemos algo de narcisismo que
corre por nuestras venas, de alguna forma, no cruzamos la línea de
lo patológico. De manera que no podemos confundir el amor a sí
mismo con el narcisismo. Con el tiempo hemos aprendido a respetarnos
y a tener confianza en nosotros mismos, y eso es bueno, saludable.
En realidad, aquella línea divisoria es difusa y cambiante. Se puede
decir que el ser narcisista, como en cualquier otra patología, se
representa como una extensa gama de colores en donde hay una gran
variedad de intensidades, combinaciones y matices. Todo enmarcado en
un tipo de personalidad que define esas características.
El
narcisista puro, digamos, se define por una escasa habilidad para
identificarse con los sentimientos y necesidades de otros, es decir,
la incapacidad de ser
empático. Se puede
observar la presencia de
megalomanía, y un patrón
de grandiosidad y necesidad
de admiración. El
narcisista también puede mostrar un recelo
y aislamiento social como
consecuencia de sus temores a que otros descubran sus imperfecciones
o defectos. Este último punto puede confundirse con una baja
autoestima, pero el narcisista no
carece de autoestima sino más bien la ha deformado.
En realidad su autoestima es tan alta que se valora más a sí mismo
que a los demás. Menosprecia a las personas que considera inferiores
y se sienten molestos si no reciben un trato especial. También
podemos ver en algunas personas una tendencia a ser duros, poco
sinceros, superficiales y explotadores.
Algunas personas
sí experimentan baja autoestima, ya que según los expertos su
narcisismo es causa de un “sentimiento secreto de inseguridad”,
vergüenza y vulnerabilidad, que tiende la persona a compensar con un
comportamiento contrario, de superioridad. Esto es un mecanismo de
defensa contra las críticas (o posibles críticas) de los demás. Su
reacción por tanto puede ser de ira o desprecio, con tal de denigrar
o degradar los juicios ajenos.
Muchos narcisistas
extremos se sienten atraídos a profesiones como el entretenimiento
(comediantes, actores, presentadores, etc.) o la política, donde son
famosos algunos nombres. El motivo se explica porque estas
profesiones dan posibilidades de fama y admiración pública, justo
lo que buscan los narcisistas extremos.
Origen
del narcisismo
No se conocen con
precisión las causas del narcisismo, pero si se habla de una
personalidad narcisista, que
es el caso de los narcisistas puros, entonces podemos hablar de una
consecución de eventos
que vienen desde la niñez.
Así, se puede decir que el estilo de crianza en el que han puesto
demasiado énfasis los padres o cuidadores en las habilidades
especiales de sus hijos, criticando miedos y fracasos, es el panorama
idóneo para crear un narcisista. El niño o niña perciben el mundo
de manera que se ven en la necesidad
de ser perfectos y llamar
la atención constantemente.
Probablemente,
este niño ha experimentado algún tipo de trauma, tal vez una
pérdida a edad muy temprana, un sentimiento de abandono de sus
padres, etc. Puede también ser producto de un ambiente desfavorable
en el hogar como un matrimonio fallido o una atmósfera agresiva
dentro del núcleo familiar.
Si bien, según
las estadísticas, la personalidad narcisista es más frecuentes
en hombres que en mujeres, la edad en la que despiertan los
síntomas parece ser más o menos la misma: en la adolescencia o en
la adultez temprana. Con el tiempo, los síntomas suelen volverse más
notorios. Hay una ocurrencia del 0,5% entre la población general, y
hay una marcada incidencia con problemas con la ley.
El
tratamiento
No existe
medicamento que cure los problemas de personalidad, para eso está la
psicoterapia. El propósito de la psicoterapia es orientar y
ayudar a la persona a reconocer sus síntomas, comprenderlos,
aceptar lo que no se puede cambiar y tratar de cambiar los hábitos
de respuesta inadaptada. Para esto se requiere tiempo, trabajo y
mucha constancia.
Un sentimiento de
envidia no desaparece de la noche a la mañana, pero puede aprenderse
a reconocer y aceptarlo para no actuar desfavorablemente, por
ejemplo. El comportamiento, junto con las formas de pensar erróneas,
por supuesto, son los primeros objetivos a trabajar en psicoterapia.
De tal forma que la persona aprende además ciertas habilidades
sociales como identificarse con el sufrimiento ajeno, logrando a
la larga relaciones más sinceras, profundas y satisfactorias.
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