Cómo manejar la ira

“El desgraciado se me volvió a meter, y ahora no me deja pasar!” “El h de p del profesor ni siquiera se molestó en calificar la última respuesta del examen!” “Esos ladrones a sueldo del gobierno sólo saben subir impuestos...”

Puede que la ira sea el estado de ánimo que la gente menos domina. La ira, cólera, disgusto, rábia, etc. da igual... es la consecuencia de nuestra interpretación de las circunstancias.


 ¿Te ha pasado que a veces, después de haberte enojado con alguien por algo que creías estaba mal, te serenas al enterarte de que en realidad no era su culpa o no era lo que creías al principio?

Pues bien, el sentimiento de ira es eso, el resultado de nuestras creencias y convicciones, y que implican algo injusto. Benjamin Franklin decía que “la ira nunca carece de motivos, pero pocas veces se trata de un buen motivo.”

Antes que todo, debemos comprender que la emoción de ira o rabia (una respuesta característica de la amígdala) es como una pequeña explosión emocional que puede desencadenar una serie de explosiones más intensas, por lo que detener la ira se vuelve más eficaz en tanto más pronto logremos controlar esa primera explosión.

Desafiar los pensamientos que provocan la ira

La primera impresión que tenemos de un evento contraproducente es la que determina la aparición de la ira. Si lográramos en primera instancia modificar dicha interpretación, antes que empecemos a generar más justificaciones, controlaríamos nuestra ira de manera mucho más eficaz. En otras palabras, actuar antes de perder el control.

La ira encuentra terreno fértil sobre la ira en sí misma, y esta se sustenta en un pensamiento, en una convicción que, por cierto, a veces puede ser muy lógica y justificada. Ese es el reto precisamente: el desafío sobre nuestro propio entender lógico de los sucesos.

Puede que las acciones o actitudes de otros nos enojen y provoquen ira, pero aún así, es posible desafiarnos a nosotros mismos justificando esas acciones. Nnuestra forma de pensar sobre los demás puede ser muy convincente, sin embargo sólo nosotros somos víctimas del enojo.

Hay una diferencia entre la ira producto de la amígdala (una reacción emocional repentina) y una ira a nivel cortical, que puede implicar una venganza planificada cuidadosamente.

¿La venganza es dulce? Algunas personas creen que la rabia no debería controlarse, que es mejor “sacarla de uno”, darle plena libertad para librarse de ella. Otros dicen que no, que es mejor evitarla por completo. Pero al parecer, ni una ni otra dan los mejores resultados. Según Tice, ninguna de estas actitudes son las más adecuadas.

Para librarnos de la ira debemos cambiar nuestra forma de pensar, es decir, atacar directamente la fuente, el origen de esta. Un pensamiento compasivo, por ej, puede ser la respuesta, tendrá que ver con una forma alternativa y más creativa de pensar. Por ejemplo (poniendo los casos que mencioné al principio de este artículo): el conductor abusivo puede que en realidad tenga una emergencia o valla tarde a una entrevista importante; el profesor que se olvidó de calificar nuestra última respuesta puede que la haya pasado por alto debido a la cantidad de trabajo que tenía encima, etc.

A veces, las personas nos enojan sin intención, y podríamos ser más comprensivos; otras veces puede que lo hagan intencionalmente, pero en ese caso enojarse es caer en el juego psicológico manipulador. El nivel de ira puede variar de unos a otros. Aquellos que experimentan un moderado nivel de ira tendrán más éxito que los que experimentan un elevado nivel, debido a que estos últimos perderán con mayor facilidad el control de su ira.

Puede que nunca nos enteremos de si se justifica o no las acciones imprudentes de otros , lo cierto es que en el fondo estamos creando un pensamiento distinto al mismo tiempo que madurando nuestras emociones, volviéndonos más asertivos y adaptados a las situaciones de la vida social actual y de todos los tiempos. En otras palabras, estamos templando nuestro carácter, un paso esencial para sentirnos más tranquilos y felices con nosotros mismos.

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REFERENCIAS:

Goleman, D. (1996) La inteligencia emocional. Jabier Vergara Editor, Buenos Aires, Argentina.
Tice, D.M. y Baumeister, R.F. Controlling Anger: Self-Induced Emotion Change.
Zillmann, D. (1993). Mental control of angry aggression. Wegner, Daniel M. (Ed); Pennebaker, James W. (Ed). Handbook of mental control.(pp. 370-392). Englewood Cliffs, NJ, US: Prentice-Hall, Inc, ix, 611 pp.